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domingo, 17 de abril de 2016

El Quijote y yo


Con motivo del cuatrocientos aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, propongo un juego literario en el que en cien palabras habréis de expresar vuestra relación con el clásico más clásico español. ¿Cómo fue vuestra lectura? ¿O no lectura? ¿Qué tiene de vivo la obra de Cervantes? Si lo detestas, también la opinión es valiosa.


Yo comenzaré con el primer comentario.

sábado, 26 de marzo de 2016

Mi agradecimiento incluye el pagar por un bien cultural


Estoy leyendo El vidente y lo oculto, una biografía de Rainer Maria Rilke escrita por el barcelonés Mauricio Wiesenthal. Es un libro muy extenso que me costó más de cuarenta euros. Me tomo un café bien cargado y me sumerjo en su lectura, subrayando con lápiz todo lo que me parece relevante que es mucho. La figura de Rilke es una de las más interesantes de la cultura europea. Algún día hablaré de él porque no es sobre ello que quiero escribir. No. Es una cita en voz de este estudioso y crítico que es Wiesenthal sobre lo que significa la cultura:

"La cultura y, sobre todo, la poesía no son mercaderías de primera necesidad en los apetitos de la burguesía moderna. Solo gente muy sencilla y fina tiene la sensación de haber quedado en deuda cuando compra un libro. Pero el burgués moderno lo mide todo a precio de industria, entendiendo que el Estado carga ya sobre el valor de las cosas impuestos y compromisos sociales. Pocos salen de una librería pensando que un libro es un bien moral en peligro".


 Me ha parecido una cita extraordinariamente oportuna, pero no solo la aplico a la literatura sino que creo que es extensible a la música y al cine.

Cuando leo un libro que conecta con mi alma, cuando veo una película que también lo hace, siento un profundo agradecimiento a la mente o mentes creadoras que están detrás de ello. Y no puedo concebir que ese placer que he sentido pueda o deba serme gratuito. Entiendo que con mi aportación, aunque sea lejana, contribuyo a la continuidad de la cultura como valor fundamental para los seres humanos. Mi dinero es mi forma de comprometerme además de mi lectura entregada o mi contemplación de la película. La cantidad aportada es una forma de participación espiritual para la existencia de ese bien. No puedo asentir frente a esa concepción supercalifragilística que sostiene que toda la cultura ha de ser gratis y de libre circulación y que, por tanto, todo el mundo tiene el derecho de bajársela o copiársela sin ninguna restricción aduciendo argumentos peregrinos como su elevado coste o que todo se lo lleva la editorial. Robar un libro en una biblioteca se considera algo inapropiado y censurable, pero bajárselo de la red es tenido como meritorio y se hace sin disimulo y sin sentimiento de vergüenza. Y lo amplío a toda la producción cultural en el ámbito que sea.

Este año de 2016 en el cuatricentenario de la muerte de Cervantes, apenas se habla de él como persona, como escritor. Sin duda, las instituciones españolas han estado descuidadas al respecto y no va a haber celebración o evocación solvente de la figura de Miguel de Cervantes. Espero que en el Reino Unido sean más agradecidos a lo que significó William Shakespeare, autor que murió en fecha muy próxima a la de Cervantes. No es extraño pues pienso que los británicos aprecian más el valor de la cultura que los españoles. Ya en su tiempo, este libro fue mucho más importante para los ingleses que para los españoles que lo tomaban por un libro chusco y ridículo. Don Quijote los hacía reír pero no vieron sus contemporáneos mucho más allá de un humor grotesco e incluso se tuvo a El Quijote apócrifo de Avellaneda como un libro más valioso que el de Cervantes por mantener el decoro. Las ediciones que se hicieron de las aventuras del hidalgo castellano apenas reportaron beneficio a Cervantes que obtuvo un gran éxito popular pero escasamente compensado económicamente. Eran normales en su tiempo las ediciones piratas y no existían los derechos de autor como tales. El caso es que Cervantes murió en la escasez, tal como vivió, sabiendo lo que es ser creador en España.

Cuatro siglos después, El Quijote sigue sin leerse – a nivel general- por motivos que expresan la atonía de los lectores que quedan, y su autor sigue recibiendo el mismo interés que tuvo en su tiempo. Es decir, muy poco o ninguno. Es cuestión tal vez de la raza de este solar hispánico en que tan escasamente se valora la cultura y, de hecho, todos somos conscientes del escaso lugar que ocupa en la vida de la gente común. ¿Conversaciones sobre libros, sobre películas, sobre obras de teatro, sobre conciertos? No las hay. Hay cien temas mucho más populares y apasionantes para el español medio, y es, por eso, que la sensación de profundo agradecimiento hacia el autor de una obra literaria o un bien cultural es tan raro o inexistente. El español de pro siente que la cultura es un bien gratuito porque ya pagamos al estado impuestos, y si no es al estado, a las compañías telefónicas que nos surten de ADSL para que podamos descargarnos con entusiasmo cualquier bien cultural.


Parecerá extraño pero yo siento que debo pagar, me quedo tranquilo cuando contribuyo con una cantidad más o menos costosa a la compra de un libro, disco o película. Sé que hay mucho argumentos de raíz oportunista para actuar de modo diferente, pero en estas estamos. Es mi forma de reconocimiento. El que quiera entender que entienda.

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