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viernes, 13 de mayo de 2016

Hablando de sintaxis

                   

Nunca fui bueno en sintaxis en mi colegio ni brillé en la universidad en las asignaturas lingüísticas. Ya he dicho en otras ocasiones que mi pasión era la literatura. Tuve que analizar mucho en mi colegio donde el latín fue obligatorio tres cursos, y la sintaxis era fundamental. Mucho tiempo después me veo enseñando sintaxis a mis alumnos, la básica: estructura de la oración, clases de oraciones, tipos de complementos... Utilizo un recurso audiovisual muy interesante, el editor de análisis sintáctico EDAS. Hacemos análisis cada semana, salen a la pizarra digital y analizan oraciones sencillas simples y compuestas. Los temas los he expuesto mediante vídeos de la Flipped Classroom. Creo que soy didáctico y ameno. Busco ser práctico, creo que no lo hago del todo mal ... pero no consigo que mis alumnos aprendan las nociones básicas de sintaxis, a veces algo tan simple como reconocer el sujeto y el predicado. Ya no digamos el Complemento Directo, Indirecto, Circunstancial, Predicativo, Agente... Haga lo que haga parece inútil. Hay algunos que directamente entregan el examen en blanco. Hemos analizado más de ciento cincuenta oraciones en clase. No han captado nada. Otros confunden totalmente los conceptos y no se aclaran para nada. Es como si estuviera intentando introducirles en el chino. Hay muy pocos que alcancen cierta fluidez en el análisis de oraciones sumamente sencillas.

Comento el tema con mis compañeros de departamento y coinciden conmigo en esa sensación de fracaso desmoralizadora. Una de mis compañeras lleva con sus alumnos desde primero de ESO y ahora en cuarto siguen sin saber nada la mayoría. Ignoran qué es un verbo transitivo aunque ella lo ha explicado repetidamente. Otra compañera asume esa realidad, pero estima que se da por satisfecha si alguno lo capta. Tal vez sea demasiado pronto, y lo irán asimilando cuando lleguen a bachillerato. Yo sé que he de prepararles para el siguiente curso (cuarto) y para el bachillerato los que pasen. No es posible una elección mía en que me diga que no lo voy a abordar porque luego se me pedirían explicaciones de por qué no lo he hecho. O aunque no se me pidieran, yo sentiría que no lo había hecho bien. Lo cierto es que siempre que he intentado plantear la sintaxis básica no he obtenido resultados que pasaran de la sensación de desastre generalizado.

La lengua es un mecanismo articulado, pero analizar las piezas que lo componen parece extremadamente difícil. Yo recuerdo las dificultades que tenía cuando lo sufría a los doce y trece años. Puedo comprenderlos. No son chavales que estudien. Fuera de la clase es un hábito que no se da. Tareas sí, pero estudio, no. Mis compañeros de departamento anhelan volver al libro de texto de papel, frente al uso de ordenadores y libros digitales que utilizan ahora. Yo soy un firme partidario del ordenador como instrumento prodigioso y creo mis propios materiales no utilizando el libro digital. En cierta manera me he inspirado en las pedagogías avanzadas que he conocido en internet donde he debatido abundantemente durante más de once años. Mi blog me ha permitido conocer enfoques novedosos aunque no he asistido a jornadas tipo EABE, NOVADORS, TELEFÓNICA...

Supongo que la pregunta es qué deberían saber estos muchachos al acabar la ESO. En mi departamento se da mucha importancia a la morfología y la sintaxis. Yo lo asumo aunque tenga mis reparos al respecto. Pienso que para ellos será mucho más relevante el escribir una novela, uno de los proyectos del año, que todo el análisis gramatical que hemos hecho. Solo en la práctica se puede aprender. No se trata solo de explicarles cómo se escribe una novela corta sino de animarles a hacerlo. El desafío es mayúsculo. Ahí sí que hay que utilizar todos los resortes de la lengua. Aunque desconozcan que lo que están utilizando son verbos copulativos, perífrasis verbales, complementos predicativos... Se enfrentan a sus registros léxicos más o menos precarios, a las técnicas narrativas, a la lógica del relato, a la relación con obras literarias que han conocido, a la coherencia textual, al dominio de la ortografía...

Ser profesor de lengua ha sido una salida que jamás hubiera imaginado cuando tenía trece o catorce años y sudaba con las oraciones subordinadas de complemento directo o de sujeto. Si me lo hubieran dicho entonces, no lo habría creído en absoluto. Supongo que todo es un problema de madurez. La morfología y la sintaxis se van adquiriendo intuitivamente hasta el momento en que uno es capaz de razonar y comprender los mecanismos de la lengua.

Pero no he de negar que mi sensación cuando corregía los exámenes era de desolación. Voy a tener a sensacionales novelistas pero a desastrosos analizadores sintácticos. El problema es común por lo que veo y tiene algo de conexión con las dificultades que tienen con las matemáticas, es decir, el aprendizaje de un lenguaje lógico minucioso y analítico. En mi experiencia este año, he de decir que solo un muchacho de 54 es un crack sintáctico. Y el nivel de fracaso es altísimo.

Hay que decir que un profesor sufre problemas de autoestima cuando ve esto y no lo comprende. Hay países cuyos habitantes son muy hábiles para las matemáticas. Por ejemplo, la India. Su sistema de pensamiento los hace formidables para la informática, la abstracción y las matemáticas. En España no somos hábiles con las matemáticas a tenor de lo que yo conozco. Y en mi barrio, desde luego, tampoco con el análisis sintáctico.


¿En qué nos estamos equivocando?

lunes, 15 de febrero de 2016

¿Deberíamos hablar del futuro a nuestros alumnos?


Hoy en clase de tercero de ESO que había tratado de métrica, han aparecido en algunas conversaciones con los alumnos temas que nos han fascinado. El profesor había leído el artículo de El País sobre Inteligencia Artificial centrado en el neurocientífico computacional y matemático Nick Bostrom que coordina en Oxford un grupo de filósofos, tecnólogos, físicos, economistas y matemáticos para especular sobre el futuro inmediato de la humanidad y de los peligros que conlleva. Uno de ellos, entre muchos otros, es el progreso de la AI (Inteligencia Artificial) sobre la que Stephen Hawking ha alertado. Porque, en efecto, es cuestión de décadas para que dicha inteligencia iguale y supere a la humana que la ha programado y creado. No es ciencia ficción ya considerar que las máquinas dominan el mundo y que, llegado un momento, tomen conciencia de sí mismas y aprendan por sí solas. La mayor parte de los expertos mundiales en AI creen que esto pasará en torno a la década de 2040-2050, el espacio de vida de los adolescentes que estaban conversando conmigo y que se sentían implicados y fascinados por el tema. Ellos lo vivirán. Nick Bostrom en su charla en TED habla de que habrá que inocular a las máquinas valores morales y éticos equivalentes a los humanos y que aún tenemos tiempo de hacerlo. Esto me ha recordado las tres leyes de la robótica que plasmó Isaac Asimov en Yo robot. Un alumno, Rodrigo, rápidamente las ha localizado en su ordenador. Nerea y Andrés intervenían con pasión en la conversación que les concernía directamente. Es su futuro, y no dedicamos ni un segundo para hacerles reflexionar sobre el tiempo que ellos van a vivir y las amenazas planetarias que existen sobre la humanidad.

Es increíble pensarme a mí con catorce años e imaginar el futuro que iba a contemplar. Nadie podría haberlo imaginado. Cuando comencé en la escuela acababan de incorporarse los bolígrafos como instrumento de escritura. Todavía en el colegio al que fui había los agujeros para los tinteros en que se mojaban las plumas para escribir. El progreso ha sido vertiginoso. Igual que en aquel entonces era imposible imaginar el futuro, del mismo modo imaginar el de estos chavales cuando tengan cincuenta años, hacia el año 2050 aproximadamente es imposible, pero el avance de la tecnología, que ya ha sido espectacular, se desarrollará a velocidad creciente, de modo geométrico. El mundo de su futuro es inimaginable. Los progresos en robótica, nanotecnología, biotecnología, genética ... son tan potencialmente prodigiosos que en los próximos veinte años veremos dicha evolución a velocidad acelerada. La mente humana se ha expandido con la red global que es internet y actúa como un cerebro mundial que es cada vez más poderoso. A nuestros tres cerebros se ha añadido el global, nuestra conciencia se ha expandido. Nada es como era hace veinte años, cuando yo navegué por primera vez en internet.

Pero no solo es la tecnología lo que pende sobre la humanidad, pensará alguno de los lectores, no. Es también el proceso de degradación biológica y climática del planeta, el aumento de enfermedades nuevas propagadas por agentes infecciosos, el peligro de guerra cibernética, biológica y nuclear, el aumento de uso de drogas para el bienestar humano para evitar el dolor...  

¿Podremos controlar el mundo? ¿Somos conscientes del futuro inmediato a todos los niveles? Los robots irán desarrollando funciones propias de los seres humanos, de hecho ya lo están haciendo. En veinte años habrán desaparecido centenares de millones de puestos de trabajo. ¿Nos dirigimos a una sociedad envejecida y del ocio? ¿Cómo afrontaremos la desigualdad económica del planeta? ¿Se creará una renta básica universal para todos los seres humanos? ¿Podremos vivir sin trabajar cuando el trabajo da sentido a tantas personas? ¿Podremos vivir en una sociedad del ocio? ¿La vida humana se extenderá más allá de los ciento diez años, tal vez ciento veinte? ¿Las células cancerígenas que se autorreplican servirán de modelo para retrasar o frenar el envejecimiento? ¿Cómo serán las estructuras de poder democrático en un mundo globalizado? ¿Cómo es el futuro? ¿Qué sabemos de él?

Uno contempla el mundo y ve por un lado el avance prodigioso de la tecnología y, por otro, los conflictos crecientes, la pobreza, las migraciones, el cambio climático, la deforestación, el declive de los mares, la dependencia de los artefactos móviles...

No tengo respuestas para nada, pero a estos muchachos que ahora tienen catorce años (por decir una edad a la que doy clase) nadie les habla del futuro, solo del pasado en una educación memorística y anticuada que no reconoce su condición de seres humanos que van a vivir una época terriblemente compleja y convulsa que no llegamos siquiera a imaginar. Los profesores entran en clase con su saber avejentado y hablan y hablan como si el futuro no estuviera ya aquí, como si ese todavía lejano 2050 en que las máquinas superarán a los seres humanos como conciencias pensantes no fuera un escenario posible y probable. Da igual si es cinco años antes o diez años después. El caso es que nadie habla del futuro. Hoy me he dado cuenta por la pasión con que han charlado conmigo fuera de la hora de clase unos muchachos que han visto el futuro que se cierne sobre ellos y sobre el que nadie, nadie, les está alertando como si viviéramos en una burbuja de aislamiento sensorial y no consideráramos para nada la evolución en que estamos a base de continuas revoluciones que van a transformar todo. Creo que tendría que tener derecho a saber, a que alguien les hablara del futuro. Pienso.

domingo, 17 de enero de 2016

El aula como laboratorio creativo


Imaginemos que el aula es un laboratorio, no ese espacio consabido en que hay un profesor que enseña y alumnos que aprenden (o que simulan aprender o que no aprenden). Imaginemos que las circunstancias pueden ser moduladas. Hay dos elementos fundamentales que son imprescindibles: alumnos y profesor, profesor y alumnos. El orden puede dar lugar a casuísticas interesantes. En la clase tradicional, el profesor tiene la autoridad y dirige la sesión violentando e imponiendo contenidos, métodos, discurso, ejercicios. Puede ser genial o puede ser un infortunio con mayor o menor énfasis para los que están sentados que se aburren, no aprenden y sueñan con paraísos artificiales (¡ay, si conocieran a Baudelaire!). Es la estructura de siempre. Los alumnos no toman aquello que les interesa, no tienen capacidad de elegir. Es el profesor, que posee el conocimiento, el que define las circunstancias (si puede, claro).

Pero, como decía, imaginemos que el aula es un laboratorio en que podemos variar el proceso. ¿Podrían los alumnos estimular por sí mismos dicho proceso? Es decir, plantear sus deseos, sus necesidades, sus motivos, sus inquietudes y sus afanes y entrar en juego con el profesor que actuaría como un catalizador y no un dirigente de orquesta. ¿Puede ser el profesor impulsado por el interés de sus alumnos que anhelan jugar y aprender?

Todo esto me lo preguntaba en una clase que di el otro día en tercero de ESO. No soy un profesor autoritario. Aunque lo intentara no me saldría. Mi carácter despistado y un aura mayosesentayochesca me lo impide. No quiero decir que no lo intente pero no me sale. He de plantear mis clases de modo que sean interesantes en sí mismas de modo que sean ellos, mis alumnos, los que decidan y elijan participar en un juego, sí, un juego. La vida es un juego que tiene reglas. Todo, según lo miremos, es un juego. Lo es la política, lo es la relación amorosa, lo es el tráfico, las matemáticas, el dinero... La dimensión de juego es esencial para comprender la realidad. ¿Por qué la clase no va a poder asumir también la condición de juego explícito en que hay unas reglas y un objetivo: el conocimiento?

La clase fue un éxito. Planteaba por primera vez una aplicación distinta a Kahoot que se llama Socrative. Había creado un test de cuarenta preguntas sobre sintaxis en que tenían que contestar, eligiendo entre diversos ítems o verdadero/falso. Cada grupo de dos o tres alumnos era representado en la pizarra digital por un unicornio (o un cohete) con diversos colores. No había tiempo límite Solo había que contestar en grupo cuarenta preguntas, no necesariamente fáciles. Con sus aciertos hacían avanzar el caballo de la pizarra digital compitiendo entre ellos. Tenían que debatir en grupo las distintas opciones sobre el tema del Predicado Nominal . Fue apasionante. ¿Se imaginan a veinticinco alumnos discutiendo sobre sintaxis pura para elegir la respuesta correcta que hiciera avanzar a unicornio frente a los demás? Aclaro que tienen un ordenador portátil pero que hace falta solo uno para el grupo.

Era un ensayo que salió bastante bien, yo diría que muy bien. Miramos los resultados y la clasificación. Estos ofrecen  al profesor una radiografía de las deficiencias del grupo y le ayuda a saber por dónde atacar.

Quedaba mitad de la clase. Planteé Retos de escritura, una aplicación que tengo el iPad, elemento imprescindible en mis clases. Conecté el iPad al cañón de proyección y comenzó el juego que ellos conocen. Elegí nueve pasos, esto quiere decir que la aplicación elige un comienzo para una narración que tienen que escribir individualmente. Les da una pista, una frase, un personaje, y ellos tienen que incluirlo en una narración. Al minuto les sale aleatoriamente otro elemento narrativo que deben coordinar con el primero de forma lógica, algo que es difícil porque los elementos son muy dispares. Así hasta el noveno paso que les da el final de la narración con una frase en el aire que queda vibrando. Es un ejercicio difícil porque se trata de hacer lógica lo que es una secuencia arbitraria, y hacerlo de forma rápida, muy rápida. Es un juego que les encanta. No es la típica redacción sobre las vacaciones. No, hay que tener conciencia del juego narrativo y ser capaz de hacer coherente el relato. Hay algunos que son unos hachas. El momento culminante es cuando han de leer sus relatos. No había demasiado tiempo y pedí voluntarios. En seguida se levantaron diversas manos que querían leerlo. Percibí entusiasmo en sus deseos de leerla. Leímos cinco o seis. Algunas eran perfectamente lógicas. Habían sabido incorporar con habilidad elementos totalmente inconexos en principio. Otras no eran tan hábiles pero ellos al leerlas se daban cuenta del acierto o no del ejercicio   que era juzgado por sus compañeros que aplaudían cuando el resultado era óptimo. Hay algunos alumnos que tienen a gala redactar con alguna soltura y les encanta el juego que presupone rapidez de reflejos y un potente eje mental, aglutinador de la historia. Cuando faltaban varios por leer, sonó el timbre de final de la clase que había pasado en un soplo.

No siempre sale bien. Hay intentos fallidos, pero tengo claro que mis alumnos estuvieron fuertemente implicados en esa sesión que ofreció dificultad y les exigió estar al límite de sus posibilidades sintácticas y narrativas.


A esto me refiero. Convertir el aula en un laboratorio de experimentación dinámico, abierto a la creación, la improvisación, y el placer por aprender.

martes, 5 de enero de 2016

El proyecto Kafka (no en la orilla)


El gato de Marina (Carlos Ruiz Zafón) el libro que leyeron en el primer trimestre mis alumnos de tercero, se llamaba Kafka. Este nombre les sorprendió pues carecían de conocimientos que lo identificaran literariamente. La novelita de esta segunda evaluación es Kafka y la muñeca viajera, una fantasía sobre una leyenda acerca del autor de Praga que desarrolla Jordi Sierra i Fabra, el popular autor juvenil. De tal modo que Kafka se ha introducido en sus vidas adolescentes. ¿Adónde nos llevará esto? Creo que entiendo que hay un desafío al hacerles partícipes del autor de La metamorfosis. He concebido un proyecto para que se introduzcan en su vida y obra. Les he preparado un vídeo para que lo vean en el sistema de Flipped Classroom sobre la personalidad de Kafka, su infancia, su relación con las mujeres (Felice, Milena, Dora), sus conflictos, su trabajo y la creación de un universo poético que tuvo una importancia capital en el siglo XX alumbrando un antihéroe impotente, aplastado por las circunstancias de naturaleza burocrática y absurda.

En el vídeo les he introducido en la extrañeza de su mundo y su literatura. No van a encontrar en él al autor propio de narraciones sencillas, biempensantes y moralizantes que se estilan. No, el mundo de Kafka es raro, oscuro y en alguna manera angustioso. Aunque no exento de un peculiar sentido del humor que se evidenciaba cuando Franz Kafka leía, partiéndose de risa, La Metamorfosis a sus amigos. Es un relato cruel cuyo sentido último se nos escapa por lo enigmático que es. Se le han dado interpretaciones plausibles como que representa al ser humano perdido en la existencia en la que se ve condenado y aplastado en medio de su impotencia para oponerse a la lógica burocrática que se le impone inexorablemente. Pero ninguna de estas fue dada por Kafka que quiso que se destruyeran todas sus obras, algo que no se llevó a cabo porque Max Brod y Dora Diamant se negaron a hacerlo.

La lectura de la tercera evaluación, lo están adivinando, será precisamente La metamorfosis pero precedida de una amplia introducción explicativa ante lo que se van a encontrar. Y que intentaremos contemplar con sentido del humor. Y ahí tendremos a Gregorio Samsa convertido en escarabajo o cucaracha enorme preocupándose en su habitación porque su jefe le reprende por llegar tarde al trabajo. Quiero ver cómo responden mis alumnos ante este relato, planteado humorísticamente. No hay en él nada de lo que a priori les pueda interesar, pero puede terminar interesándoles mucho.

Están en proceso de crear una novelita de veinte o veinticinco páginas que tienen que presentar en el mes de mayo. En ellas, según he leído otras veces, surgen visiones un tanto absurdas de las cosas. ¿Calará el mundo aparentemente absurdo de Kafka en su escritura?

Creo que la función de un profesor es la de llevar a sus alumnos de lo simple a lo complejo. El año pasado leyeron El guardián entre el centeno, este año Marina y luego La metamorfosis. Además de leer hace dos años a Richard Matheson en relatos altamente inquietantes. Sé que habrá alumnos que no entrarán en el juego, pero sé que habrá otros que sí entrarán. Se trata de satisfacer a todos de un modo u otro. Pero el profesor ha de elevar el listón que lleve de lo elemental a lo enigmático. Tal vez a alguno le despierte ecos que luego utilizará en su vida. No desaprovecharé ningún recurso explicativo por histriónico que pueda ser para acercarles la obra de este judío tan divertido. Y les leeré La metamorfosis con tono no angustioso sino cómico.


¿El resultado? Lo iré contando en este blog de delirios y proyectos inverosímiles.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Una jornada cualquiera en un instituto de barrio cualquiera

L


Hoy ha sido un día muy especial. Viernes, último día de la semana. ¿Qué se puede hacer en viernes? Una mañana intensa desde las ocho de la mañana hasta las dos y media. Detallo el día para que alguien intuya qué es lo que he vivido hoy en esas seis horas. Tras una guardia a primera hora, ha venido una amiga bloguera, Paz Montserrat, a ver una clase en directo planteada con la estrategia de Flipped Classroom. Para mí ha sido emocionante hacer una clase acompañado. Paz ha podido contemplar el desarrollo de una sesión. No sé qué impresión ha podido sacar. Antes le había mostrado el control que tengo sobre la realización de tareas, el visionado de los vídeos, las herramientas digitales que utilizo, el iPad con las numerosísimas notas que tengo recogidas de cada alumno. Los chavales se han portado muy bien, aunque ha habido un conato de pelea a la que no he querido darle más importancia. Ambos tenían responsabilidad. Supongo que otro profesor hubiera estimado mandarles a casa a los dos durante unos días. Soy lento reaccionando porque normalmente estoy muy abstraído en lo que estoy haciendo. En todo caso, la clase ha sido productiva e interesante y un observador externo ha podido aquilatar lo que hacemos en el aula. Gracias, Paz.

A la hora del patio tenía guardia. Un muchacho de origen bereber ha venido a hablar conmigo y hemos estado charlando animadamente todo el patio. Di clase a su hermana. Era muy inteligente y trabajadora. Le di clase tres años hasta cuarto de ESO. Guardo muy buen recuerdo de ella. Tenía unas posibilidades muy buenas para seguir estudiando, pero no lo ha hecho. Me ha dolido. Son ocho hermanos y parecen estudiar solo los varones. No sé qué será de su vida, si se habrá casado. Debe tener 18 o 19 años.

A la siguiente hora he tenido otra clase invertida con el mismo desarrollo que ha visto Paz. Todos han trabajado intensamente menos un grupo de niñas latinas que parecen estar más por la diversión que por el estudio. Se lo he hecho saber. Forman un grupo de cuatro. No me gusta presionar más que mediante las palabras suaves de un profesor que les da algún consejo, pero sé que es inútil. Están pasando ese sarampión que es la adolescencia. Y les va hacer el tonto. Creo que puede peligrar el curso. Se pintan los labios de rojo y llevan ropas ajustadas. Hay una que actúa como líder negativo. El resto se unen a su área de influencia. Me he ocupado de ellas animándolas a trabajar. Sin embargo, tenía que ir revisando los mapas conceptuales que hacían los chicos para corregírselos y darles el visto bueno. Realmente hay algunos excelentes. Han captado en esencia qué es un mapa mental. Creo que es muy positivo, pero no sé qué posterior desarrollo puede tener esto. Es una herramienta cognitiva muy interesante. Salgo del aula, recojo el ordenador tras desconectarlo y los trabajos que me han entregado hoy.

Voy a continuación a bachillerato. Estamos estudiando El Quijote. No había preparado la clase. Pero una alumna estaba comentando el capítulo XXV de la primera parte. He creído que merecía la pena detenernos durante toda la hora en él. Dudo que lean los capítulos que tocan diariamente. El Quijote no les atrae. No captan el humor y la ironía de Cervantes. Y el lenguaje les resulta muy difícil. Pero hoy hemos diseccionado frase a frase la parte final del capítulo mencionado. Es cuando Don Quijote está en Sierra Morena, tras liberar a los galeotes. Ha decidido hacer penitencia al modo de Amadís de Gaula en la Peña Pobre. Quiere enviar un mensaje a Dulcinea y es Sancho quien tiene que llevarlo. Y aquí surge un momento apasionante porque ha de revelarle quién es en realidad Dulcinea que no es otra que la labradora Aldonza Lorenzo. Sancho se carcajea porque sabe que Aldonza es machuna, robusta y muy cortesana con todos los hombres. ¿Esa es Dulcinea del Toboso? –dice Sancho-. La respuesta de don Quijote es genial. Le dice que se la  pinta en su imaginación como le da la gana. Y que él decide y elige que Dulcinea sea la más bella dama de la tierra. Como hacen todos los poetas que se inventan a sus damas. Este momento de El Quijote es bellísimo. ¿Acaso don Quijote está loco? Es capaz de distinguir fantasía de realidad. Y sabe que él se inventa a Dulcinea, imprescindible para ser caballero. Sonia ha leído el capítulo y yo iba desmontado cada frase que van revelando el juego cervantino. Me he levantado, he llenado la pizarra de frases, de firmas, de gráficos, y me he sentido trasportado al mundo de don Quijote. Y ellos también. Creo que por primera vez han entrado en la obra. No ha sido una clase preparada. Pero me sé el capítulo casi de memoria. Y he hecho lo único que se puede hacer con El Quijote: leerlo. Y comprenderlo. No es fácil. Hace falta un maestro de ceremonias como he sido yo hoy. Han quedado fascinados por el juego de El Quijote. Como cualquiera que entre en él. Sabiendo las claves, claro.

Última hora. Un curso de tercero de ESO de adaptación curricular. Buenos chavales. Ninguno con mala intención. Para mi sorpresa me propusieron ayer que les pasara alguna película. Recordaban que hace dos años les había pasado dos películas. Y recordaban clarísimamente cuáles eran. Me he dicho: tal vez estos chavales de ritmo lento lo único que recuerdan de hace dos años en que fui su profesor son las películas que les pasé (Cometas en el cielo, Sang Woo y su abuela). ¿Por qué no pasarles otra que les sea inolvidable? Al fin y al cabo, ver cine es un extraordinario ejercicio lingüístico y literario. La mayoría son de origen inmigrante y algunos con importantes problemas con la lengua. ¿Quieren ver cine? Tienen que reconstruir una trama, entender los diálogos, seguir los personajes que se van haciendo poco a poco. ¿Qué película les puedo pasar? He pensado en una peli muy lenta que han de ir reconstruyendo escena a escena, oscura, romántica, con protagonistas de su edad, vampírica, de horror, de amistad, de acoso en la escuela, literaria, difícil pero magnética... Y he llegado a la conclusión de que Déjame entrar (Let me in) era una propuesta formidable. Cuando han visto que les iba a poner una película han lanzado un rugido de alegría y emoción. Tal vez lo único que recuerden de este curso sea esta película, lo único que se salve al cabo del tiempo.

Cuando ha sonado el timbre estaban absorbidos totalmente por la película, pero han reaccionado como si hubiera explotado una bomba. Han salido corriendo. Tras colocar las sillas, claro. Alguno me ha dicho que guarde el minuto en que está la película. Estaban fascinados por ella.


Ser profesor es algo de esto.

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