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jueves, 6 de noviembre de 2008

Dante, poeta terrenal.

Sospeché de él inmediatamente. Era inequívoco su aire profesoral. Llevaba un gorro de punto azul y una chaqueta de pana negra. Se pidió un tallat y se puso a hojear un libro cuyo título me costó descubrir pero al fin lo atisbé: Dante, poeta del mundo terrenal de Erich Auerbach. Yo intentaba leer otro titulado Al oeste de Roma (Mi perro Idiota) de John Fante. Los dos íbamos al mismo sitio y hacíamos tiempo en aquel café antes de la reunión. Mi colega era también profesor de Literatura y venía a la reunión de Coordinación de las PAU de la asignatura Literatura Española de Modalidad.

La convocatoria era en el instituto Jaume Balmes de Barcelona a las cinco de la tarde. Era miércoles y en la entrada nos agolpábamos una veintena de profesores esperando que alguien nos dijera dónde era la reunión. Un grupo charlaba animadamente sobre los exámenes de las pruebas de acceso a la universidad. En la columna que había junto a nosotros había varios carteles de la asociación de padres y madres e información variada del instituto. De pronto una profesora se destacó del conjunto y nos llamó para acompañarla a la sala de actos. Se llamaba Teresa Barjau, como pudimos saber después, y era la subcoordinadora de las PAU. Seríamos unos cincuenta en total. Nos sentamos en las sillas frente al escenario. No había micrófono y Teresa, la subcordinadora, se dirigió a nosotros alzando la voz para decirnos que las PAU de este año mantendrían el mismo tipo de examen del año pasado, pero que no podría decirnos nada del cambio previsto con la entrada de la LOE. No se sabía nada sobre el examen del nuevo currículo.

Enseguida se encendieron las protestas. Varios profesores argumentaron certeramente sobre la necesidad de tener ya pautas para preparar la asignatura cara al curso que viene. Después de diversas consideraciones sobre el examen, otros hablaron de la pérdida de la asignatura de Literatura Española en varios centros por la organización del nuevo currículo. La subcordinadora habló de la irreparable pérdida de peso como asignatura de las literaturas (tanto catalana como española). Es un proceso imparable. A los alumnos no les atrae nada enfrentarse a textos complejos y de otras épocas y tienen menos nivel. Cada vez hay menos estudiantes que elijan literatura frente a otras opciones más prácticas. La tendencia es a que desaparezca como asignatura. En las lenguas también se ha perdido una hora semanal. Ahora en Cataluña sólo hay dos horas a la semana para lengua y literatura en Bachillerato. La introducción de nuevas asignaturas como sociología y psicología y los nuevos enfoques desde el punto de vista de la psicopedagogía han adelgazado la presencia de la lengua y la literatura. La literatura y también la lengua han perdido prestigio social frente a asignaturas como el inglés, las matemáticas o la tecnología. Según la subcordinadora era un proceso a nivel europeo, no sólo español. Aquí resulta difícil argumentar su necesidad ante razonamientos que hacen hincapié en las horas que ya ha habido en la ESO y lo poco que se ha conseguido en nuestros alumnos que se expresan cada vez peor.

Alguien sugirió la necesidad de coordinarnos, de redactar manifiestos y enviar cartas a la prensa. Otros sectores como las clásicas o la filosofía se habían movilizado con mayor convicción que nosotros. Se sugirieron otras reuniones. No debía perderse la literatura en una seria formación humanística. ¿De qué tipo de ciudadanos estaríamos hablando si se arrinconaba la formación literaria? ¿No serían cada vez más superficiales y expuestos a lo peor de la sociedad de consumo?

Todas estas opiniones se pusieron de manifiesto, pero nos veíamos invadidos por un claro fatalismo. Exponíamos estas razones pero nos temíamos que ya éramos una cofradía romántica en vías de extinción, la de los profesores vocacionales de literatura. Nos mirábamos entretanto perplejos.

No había mucho más que decir. Habíamos hablado sin micrófono pero nos habíamos oído. Éramos una minoría sin mucho futuro. La subcordinadora nos dio su email y la reuníón se cerró con el compromiso por su parte de tenernos informados. Salimos rápidamente en grupos. Bajé por Pau Claris hacia la plaza Urquinaona. A mi lado caminaba el profesor de mediana edad que leía el libro sobre Dante. Le saludé y me respondió cordialmente. Era profesor en Martorell y se llamaba Antonio. Tenía un gran sentido del humor y nos reímos con ganas del desastre que había constituido la reunión. Yo le hablé de Idiota, el perro que protagoniza Al oeste de Roma de John Fante. Sólo se siente atraído por perros o seres humanos de su mismo sexo. Se abalanza sobre ellos y les lame mientras su miembro se pone tieso. Es tronchante. Decidimos irnos juntos a tomar algo. En la plaza de Urquinaona había una manifestación multitudinaria de los afectados por el expediente de regulación de empleo de Nissam. Mil setecientos despedidos que se manifestaban junto a los de otras empresas como Frigo y miles de trabajadores más. Miramos pasar la manifestación dándonos cuenta de lo fastidiado que estaba todo. Y no ha hecho sino empezar. La crisis se va a agudizar -nos dijimos-.

Entramos en un bar de Sant Pere més Baix y nos pedimos una botella de Rioja. Antonio tenía una curiosa concepción del mundo y la literatura. Hablamos de nuestros autores preferidos. Ambos habíamos leído a Dante, y nos sentíamos atraídos por la literatura rusa, en especial Dostoievski, Tolstoi, Goncharov, Chejov... Brindamos y bebimos hasta que terminamos achispados y contentos hablando de nuestro mutuo amor por Galdós. Éramos incorregibles enamorados de la literatura, sin mucho futuro pero hoy estábamos eufóricos. Mañana sería otro día. Los de Nissam están peor. 

martes, 4 de noviembre de 2008

Barack Obama

Yo no puedo votar, por razones obvias, en las elecciones de Estados Unidos. Sin embargo, he de reconocer que esta campaña me ha llegado con calor y no tengo dudas sobre cuál es mi candidato preferido  que  no es otro que Barack Obama. El senador por Illinois ha sabido hacer una campaña seria y coherente, sin estridencias, con respeto, con honestidad, y ha llegado a ganarse lo que se está debatiendo en Estados Unidos: la confianza. Confianza en alguien que puede sacar a su país de la crisis económica y moral en que está hundido tras ocho años nefastos de la administración Bush.

 Sus orígenes modestos, su compromiso con los más desfavorecidos en Chicago como abogado en servicios sociales, hacen de Obama el candidato que se ha hecho a sí mismo, un mito que atrae en el planeta americano, en que existe la creencia que cualquiera puede llegar a cualquier sitio si trabaja con ahínco.

 La crisis económica propiciada por un capitalismo salvaje, sin reglas, ha exportado a todo el mundo la depresión en que nos debatimos. El mundo necesita cambiar sus reglas económicas que favorecen exclusivamente a los más poderosos, que actúan movidos por una voraz avaricia. No sé hasta que punto Obama puede cambiar el mundo y hacerlo más justo. Imagino que él se sentirá prisionero del stablishment financiero y político, y no podrá desarrollar una política social que lleve la sanidad a todos los norteamericanos, por ejemplo. Clinton lo intentó, pero su plan de reforma de la sanidad naufragó, siendo uno de sus proyectos estrella.

 Igualmente, surgen dudas sobre qué hará Obama, si gana las elecciones, con la guerra de Irak y Afghanistán. Son decisiones complejas, pero hay que considerar que el ciudadano medio americano ya está afligido por el número de bajas y el gasto que supone dicha guerra, que sólo ha conseguido aumentar la inseguridad en el mundo y potenciar el fundamentalismo islámico.

 Asimismo, espero que una de sus primeras decisiones sea cerrar la prisión de Guantánamo y otras similares. Esto y la política sobre los derechos humanos de Estados Unidos ha supuesto un enorme desprestigio de la potencia americana en el mundo. Todos recordamos las difundidas torturas en la cárcel de Abu Ghraib en Irak con el consentimiento y la anuencia de las autoridades americanas.

 Es necesario un nuevo liderazgo mundial que se ejerza de forma diferente, entendiendo que Estados Unidos es la superpotencia que, con errores y aciertos, puede construir un mundo más equilibrado.

 Además, aunque no lo hemos citado, el hecho de que Barack Obama sea negro, hijo de un keniata que lo abandonó de pequeño, supone una revolución en el pasado racista de los Estados Unidos, con el que no puedo dejar de simpatizar. En muchos sentidos, la figura de Obama es continuadora de Martin Luther King, que fue asesinado por sus ideas y su capacidad de fomentar sueños de mayor justicia y fraternidad entre “todos” los norteamericanos. Obama quiere ser el presidente que una a los americanos, sin distinción de sus orígenes sociales o étnicos.

 En definitiva, su personalidad me ofrece confianza y la esperanza de que pueden hacerse mejor las cosas. No puedo votar realmente, pero aquí deposito mi voto virtual en este cuatro de noviembre en que puede ganarse una votación histórica. 

domingo, 2 de noviembre de 2008

Un reencuentro

Llueve. Son días de lluvia generosa. Una tupida cortina de agua golpea los cristales de la claraboya de mi buhardilla. Escribo en esta mañana del domingo en que todavía estoy dominado por una intensa emoción. Ayer noche también llovía. Mi mujer y yo nos acercamos a un centro comercial para ir a ver una película. De pronto,cuando entrábamos por el acceso principal, oigo una voz que me decía: ¡Hola, profe! Me volví y vi a una parejita de jóvenes a los cuales conocía por haber sido alumnos míos hace unos años. Recordé inmediatamente sus nombres: Toni y Estefanía.

 Di un apretón de manos a Toni y di dos besos a Estefanía. En mi mente se rebobinaba la imagen de Toni y los dos años que fui profesor suyo. Su paso por la ESO fue terriblemente conflictivo. El primer año tuvimos él y yo múltiples problemas. Nada era sencillo con él. No trabajaba y se negaba a cualquier esfuerzo. Me enfadaba frecuentemente porque no traía material a clase, y cuando se fijaba alguna tarea a realizar, él se negaba a hacerla. Digamos que nuestra relación no fue fácil. Le puse algún parte de amonestación por sonarle el móvil en clase y promover una situación que puso la clase patas arriba. Le confisqué el móvil y llamamos a su casa para que su padre viniera a buscarlo. Estuve presente en el encuentro con su padre en el despacho del jefe de estudios. Observamos que su padre no tenía demasiada autoridad sobre él, y que mantenían también una relación tormentosa. El hijo parecía despreciar a su padre y no sentirse a gusto con su presencia.

 Lo tuve otro año como alumno en tercero de ESO. Suspendía todo y su pasividad era absoluta. Se sentaba al final de la clase y ya no creaba problemas. Alguna vez intenté hablar con él, pero parecía sumido en un mutismo absoluto. Creía distinguir en él un gesto de tristeza y abandono. Me pregunté más de una vez qué sería de su vida, tan perdido y aislado lo veía. Creo que escribí incluso un post sobre él en mi etapa inicial de Profesor en la Secundaria, post que se ha perdido porque borré mis primeras treinta entradas correspondientes a los meses de octubre y noviembre de 2005. Aquel muchacho ofrecía la viva imagen de la desolación y la pérdida de rumbo.

 Ayer me encontré con él y su novia. Le pregunté si estaba trabajando. Me dijo que era soldador, y que mañana –hoy domingo- salía en avión rumbo a Londres donde trabajaría durante unas semanas con su empresa. Le vi contento y sereno. Y sobre todo centrado. Fue él quien me paró. Mantuvimos una conversación de varios minutos en que mutuamente nos fuimos interesando por nuestras circunstancias.

 Lo mejor fue cuando nos separamos. Le apreté el brazo en señal de afecto, pero aquello no era suficiente. Nos abrazamos con calidez y nos despedimos.  Durante la película me asaltaba la imagen de Toni y nuestro reencuentro. Me planteé cómo se pueden reorientar la vidas que por unos momentos damos por totalmente perdidas en esos años de tormentas emocionales a los que a algunos afectan dramáticamente. Volví atrás y hubiera querido rehacer las palabras que en el pasado dirigí a Toni, mis palabras airadas y mis reproches. ¡Quién iba a decir que entre nosotros pudiera existir una corriente de simpatía y de reconocimiento!

 Este post continúa el que hace unos días sugirió Antonio Solano sobre la acera por la que caminábamos cuando nos encontrábamos con algún alumno. Ayer recibí una lección hermosa que me lleva a plantearme mis relaciones con alumnos difíciles. A veces, sin quererlo o sin intuirlo siquiera, surgen corrientes de comunicación en las más ásperas circunstancias. Sentí cómo una herida del pasado tendía a cerrarse. Ojalá, Toni, todo te vaya bien en la vida. Los pasos de nuestra vida son inciertos y a veces cuesta encontrar el camino. No sé por qué pero este reencuentro me insufló una enorme carga positiva y esperanza. Habrá otros Tonis tan perdidos como él y quizás nuestra relación no será sencilla. Necesitamos tener la mirada puesta en la cercanía de lo que pasa en nuestros días, pero también en la lejanía del tiempo que vendrá. 

miércoles, 29 de octubre de 2008

Guerra en el Congo



Euforia en las bolsas americanas y europeas. El Ibex 35 sube en estos momentos que escribo 6,90 %. Recibo dos correos a lo largo de la mañana del miércoles. Uno de mi suscripción a las noticias de Le Monde y otro de Viajar.com que me ofrece “Un mundo para descansar. Hoteles a 40 €”. El titular, en cambio, del día en Le Monde dice así:"El ejército gubernamental se repliega delante del avance de los partidarios de Laurent Nkunda, que se aproximan a la ciudad de Goma, en proximidad con la frontera con Ruanda. Los cascos azules son impotentes delante del avance de los rebeldes". La guerra nuevamente se ha reanudadado en el este de la República Democrática del Congo. Decenas de miles de personas huyen presa del pánico ante el avance de las fuerzas del CNDP (Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo) de tendencia protutsi dirigido por Laurent Nkunda que se enfrenta a las Fard (Fuerzas Armadas de la República Democrática) de tendencia gubernamental y a los combatientes hutus (FDLR). Parece iniciarse la tercera guerra del Congo que ha dejado un reguero de cuatro millones de muertos y millones de desplazados y refugiados. Los destacamentos de la Naciones Unidas (Monuc) allí destinados manifiestan su fracaso en conseguir el cese de las hostilidades. La zona de Kivu Norte es una de las mayores productoras del mundo  de coltán y casiterita, elementos imprescindibles en la telefonía móvil y las videoconsolas. Todas las facciones enfrentadas negocian con estos minerales que son extraídos en condiciones de esclavitud.

La situación es confusa y no se acaba de entender el lío de siglas que concurren en estos enfrentamientos que oponen nuevamente a partidarios de los hutus y los tutsis, como en el terrible genocidio de Ruanda en 1994. Pero una cosa es cierta, Occidente está muy interesado en los yacimientos de coltán y casiterita que hay en la zona y los compra a cambio de armas y dinero a todas las partes enfrentadas. Armas y corrupción no les falta. Todo lo demás sí.

La principal víctima es la población civil que es asesinada y ha de huir de las zonas de conflicto en la zona más castigada del planeta.

Para mi sorpresa ni la edición digital de El País ni la de El Mundo hacen referencia a la situación en el este del Congo. La principal noticia es, cómo no, la citada al principio, la de la euforia en las bolsas de todo el mundo. Ello oscurece una tragedia como la que está pasando en estos momentos y que pasa desapercibida para el público occidental que se tienta los bolsillos para saber cómo le está afectando la crisis.

Recuerdo una conversación un día en Foz (Lugo) en el mercadillo. Una señora decía a un africano que lo que le vendía era muy caro, “que estábamos en crisis”. Él le respondió: “Crisis, señora, en África”.

Nada más, que no les olvidemos.

viernes, 24 de octubre de 2008

El espacio del dolor

Caixafórum, el centro cultural y social de la Caixa, acoge desde el 22 de octubre en Barcelona una interesante muestra de pintura, que abarca desde el Quatrocento al Barroco, titulada El pan de los ángeles. Son cuarenta y cinco obras pictóricas y tapices procedentes de la Galería de los Uffizi de Florencia. La exposición permite hacerse una idea de la evolución de la pintura italiana entre los siglos XV y XVII. Está organizada en torno a siete apartados en torno al sacrificio realizado por Cristo para redimir al hombre del pecado original.

El pan de los ángeles abarca desde la pintura de Botticelli al pintor barroco Luca Giordano cuya Subida al monte calvario ilustra la entrada de este post con un expresionismo muy marcado para provocar la emoción y la devoción del espectador. En la muestra destaca La Madonna della Logia de Sandro Botticelli. Su mirada, aparentemente serena, ya refleja la preocupación por el destino que aguarda a su hijo.

La exposición supone un recorrido por la espiritualidad de Occidente mediante el recuerdo de la entrega del hijo de Dios. Antiguo y Nuevo Testamento. El pecado original, el maná en el desierto, la anunciación, el nacimiento, la adoración de los pastores, la última cena, la flagelación, la crucifixión y la resurrección. En cuarenta y cinco cuadros vi compendiados los mitos del cristianismo, mitos que  me resultaban lejanos por más que la pintura que allí estaba viendo me seducía y maravillaba. La cosmovisión del Renacimiento y del Barroco buscando sus claves de espiritualidad y del sentido de la vida en la idea del sacrificio de Cristo por todos nosotros. El pan de los ángeles. De estas imágenes e historias me nutrí cuando era pequeño en tardes inmensas en el colegio de las monjas al que asistí hasta mi siniestra primera Comuníón. Más tarde en rosarios rezados a las seis de la tarde en el colegio de curas donde estudié durante nueve años. Imágenes que contemplé en procesiones larguísimas donde Cristo sufría lo indecible por todo el género humano.

Pero todo aquello no me decía nada. Me decía sí la pintura, el lenguaje del arte. El rostro desolado de la Virgen desfallecida con los símbolos de la Pasión de Cristo de Alessandro Allori, la Virgen con el niño de Parmigianino, La sagrada familia de Michele di Rodolfo... Pero más allá no había ningún significado, ninguna emoción como la que podían sentir los hombres de aquellos siglos.


Salí desconcertado, por un lado con la emoción de la pintura que había visto, pero también desolado por la lejanía que me suponían aquellas bellísimas imágenes sobre lo que representaban. Vi los últimos tres tapices con motivos de La última cena y el Descendimiento de la Cruz y me dirigí a la siguiente sala. No había nadie. Vi una puerta y una habitación en penumbra. En la puerta estaba el nombre del artista Joseph Beuys y se titulaba El espacio del dolor. Me quedé anonadado. Entré con precauciòn y vi un cuarto, tenuemente iluminado por una bombilla, de paredes de plomo, planchas de plomo rayadas con signos que ignoraba si estaban hechos por la gente que había visto la instalación o eran obra del mismo artista Joseph Beuys cuya historia y trayectoria investigué cuando llegué a casa. En el cuarto, de unos treinta metros cuadrados, no había nada excepto dos anillas en el techo junto a la bombilla. No había nada más. Aquello me recordaba una cámara de gas, era un lugar de agonía. Me acordé de la agonía de Cristo en la cruz. Relacioné dos imágenes conectadas con el sufrimiento y la muerte. Aquella habitación me evocaba la angustia y la muerte. No sé qué pretendería el artista, pero el título de la obra El espacio del dolor (Schmerzaum) resultaba explícito. La atmósfera resultaba opresiva, la iluminación, sórdida. ¿Habría salida? ¿Qué significaban las dos anillas del techo que parecían no ser de plomo? ¿Qué diálogo pretendía el artista conmigo? ¿Era para acostumbrarme a la muerte? ¿O era una accesis espiritual la que me estaba proponiendo el artista con un renacimiento posterior? Seguía sin entrar nadie. De vez en cuando se veía a alguna pareja despistada que miraba sin entrar, sin entender que aquello era algo más que una habitación vacía. Me senté en un rincón de aquella habitación tétrica, igual que cuando entré en el patio de las columnas de la mezquita de Córdoba. Algo me decía que aquello había que verlo desde abajo como participando de un profundo decaimiento del ánimo, abrumado por la atmósfera agobiante. Revisé las imágenes de la exposición de pintura italiana. Algunas se me habían quedado grabadas como la del Cristo en la escena del calvario de Luca Giordano cuyo rostro va a ser enjugado por la Verónica. El dolor es una experiencia universal. No podemos aspirar a estar en una burbuja protectora aislados del dolor. La vida es dolor y también capacidad para superarlo, y elevarse por encima de las paredes de plomo para encontrar la plata de esas anillas suspendidas en el techo, anillas que reflejan la luz. El plomo es protector, te aisla del exterior pero no refleja la luz. Somos migajas de luz en la oscuridad del universo. Y aspiramos al autoconocimiento. Joseph Beuys vino a decir que todos los seres humanos somos artistas y que cada acción es una obra de arte. Allí en aquella mañana de lluvia él y yo habíamos trenzado una comunicación a través del tiempo y habíamos sentido emociones paralelas. ¿Sería también un poco artista?

domingo, 19 de octubre de 2008

Camino


Reconozco que fui a ver Camino, película dirigida por Javier Fesser, sin muchas ganas. Sentía aprensión por lo que había visto en un vídeo promocional. Una niña de once años enferma de cáncer en la médula y su sufrimiento es utilizado para la glorificación del OPUS DEI en un ambiente que constituye una radiografía  respetuosa -no un diagnóstico- de la Obra fundada por Monseñor Escrivá de Balaguer. El resultado es una película magnética por la personalidad de la niña que interpreta el papel de Camino, Nerea Camacho. La película está inspirada en hechos reales sobre una niña formada en el ambiente de esta asociación religiosa llamada Alexia González-Barros que murió en 1985 y está actualmente en proceso de canonización.

Camino es una muchacha llena de vida que parece ofrecer todo su terrible sufrimiento por Jesús. Todo el ambiente de su familia es opresivo, aunque se puede decir que no está caricaturizado. Es simplemente así. Su madre, encarnada certeramente por Carme Elías, es una fanática de la orden que cree que la enfermedad de su hija es un bien venido del cielo. Su padre, en cambio, es tierno, frágil, impotente, pero resulta un personaje entrañable.

Carlos Boyero, crítico de El País, ha calificado la película de documento que le produjo horror y que le obligó a desviar la vista de la pantalla rebelándose contra esa secta oscurantista que manipula el sufrimiento de la niña para su propio engrandecimiento. Pero reconoce que la película le había tocado y no le dejó insensible. Es la misma sensación que he tenido yo al enfrentarme a un filme complejo cuyas conclusiones están abiertas al criterio del espectador.

No creo que Javier Fesser haya querido hacer una película contra el OPUS DEI. Nada hay de manipulación en la ambientación que no responda a la realidad. Ese es el auténtico horror. La hermana es candidata a numeraria de la orden y la vemos robotizada y carente de vida personal. Cualquier duda en la orden es considerada como tibieza. Pero Camino tiene su alegría y sus visiones que lindan con el surrealismo. Y además está enamorada de un niño de su edad que se llama Jesús. De ahí la ambigüedad de la película. La escena que en  su lecho de muerte se imagina bailando con el muchacho con un vestido rojo y unas camper rojas, rodeados de flores, es antológica y bellísima.

He rastreado en páginas del OPUS constatando, para mi sorpresa, que la película no les ha desagradado, al contrario que a su familia que la consideran una manipulación especialmente en la mención que se hace al final de la película del nombre real de Alexia como homenaje a la niña y en algunos detalles como los aplausos cuando la niña muere.

Es una película muy rica en matices, muy bien interpretada, y que sorprende por su fuerza emotiva. Horroriza y cautiva a la vez.  

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NOTA POSTERIOR: Por honradez intelectual he de hacer constar que la reacción del Opus Dei ante la película no es favorable como había escrito. He tenido acceso a la página oficial Opus Dei  en que se vierten juicios muy negativos con el conjunto de la película a la que se califica de radiografía desenfocada y falseada. 

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Sin embargo, la página no oficial El Opus Dei en Valladolid se hace eco de las entrevistas a Nerea Camacho, al director y de la crítica de Carlos Boyero. Esta página es una web formada por ex-miembros del Opus Dei muy críticos con su antigua organización. 

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miércoles, 15 de octubre de 2008

Artistas africanos


Hace unos días escribía algunas notas críticas con el arte contemporáneo. La mayoría de los comentarios mostraban su incomprensión acerca de obras catalogadas bajo esta etiqueta. Banalidad, agotamiento de formas, cansancio, idioteces, bostezo, provocación, mercado del arte, reivindicación de la emoción, falta de comprensión, indiferencia, vacío conceptual, avaricia comercial... eran algunas de las reflexiones que suscitaban este tipo de obras.
Hoy, sin embargo, quiero iniciar un recorrido fascinante a través de algunos artistas africanos que pintan en la actualidad. Desde muchos de estos artistas se rechaza el concepto occidental de “contemporaneidad”, que pretende universalizar un proceso creativo. No existe universalidad de lo contemporáneo. Esta es una categoría caduca. África crea desde otros parámetros, Occidente vive cegado por la sagrada alucinación que domina por doquier su arte, encerrado en el narcisismo.
Para los africanos el hombre de sus creaciones está ligado a los otros y a las fuerzas invisibles. No existen los hombres en soledad en la cultura africana. El ser humano está íntimamente relacionado en todas las etapas de la vida a los otros. Históricamente se ha venido juzgando el arte tradicional africano con el arte de los niños, de los locos o de los hombres prehistóricos. De ahí la fascinación que ha suscitado en occidente y la influencia que ejerció sobre las vanguardias (cubismo, surrealismo). Era un arte ligado a lo sagrado que fue considerado como “inocente”, “espontáneo” y fue rápidamente llevado a países occidentales para preservarlo que lo tomaron como recuerdos o testimonios de creencias primitivas. La voracidad o la condescendencia se apoderó de lo africano y se creó la etiqueta de “arte negro”, que no deja de ser una creación occidental.
Por eso no quiero teorizar más, sólo quiero dejar constancia del proceso creativo de algunos artistas africanos cuyo arte no está alejado de la emoción, ni es fruto del cansancio cultural, ni se basa en el relativismo de la experiencia artística. En algunos casos es arte social como crítica de la sociedad y la política como el de Shula -Jean Bosco Monsengo- (Zaire, 1959); otras veces tiende a la abstracción como Esther Mahlangu (Sudáfrica, 1935); pintura naïf como la de Moke (República Democrática del Congo, 1950); las esculturas de Agbagli Cossi ligadas a lo sagrado; el cubismo colorista de Florence Béal-Nenakwé (camerunesa); las espléndidas acuarelas de Mireille Dubois Vanhove (Congo) llenas de sentimiento y que hablan de la esperanza; las figuras de animales o guerreros masai de Tinga Tinga (Tanzania); Alex Mbugua (Kenia, 1958) y sus óleos multicolores de figuras difuminadas que me maravillan; el pintor enigmático Gico (Hosea Muchugo) y sus figuras humanas plenas de emoción; las figuras emotivas de rostros redondos de David Jaa Munyua; Andrew Kamondia (Kenya, 1956) y sus figuras ligadas a fuerzas telúricas; las escenas de la cotidianidad de Martin Kamuyu (Kenya, 1972); Masila (Kenia) y sus cuadros llenos de fuerza en los que aparecen el mundo de los antepasados y las fuerzas invisibles; el también misterioso Peter Mbugua y sus composiciones de cuerpos humanos, colorido y emoción. Una de sus composiciones ilustra el blog; Jared Kihiu Njuguna (Kenya, 1977) y sus cuadros de naturalezas muertas o seres humanos ataviados tradicionalmente; la inocencia y el humor de los cuadros de Njogu (Kenya); la alegría de vivir en los cuadros de Njuguna en composiciones corales; el estudio Banana Hill Artists en Kenya; Joseph Juma (Kenya, 1958) y sus aglomeraciones humanas....
Podríamos seguir durante mucho más tiempo. Esto sólo ha sido una selección apresurada de algunos artistas con claves de creación heterogénea pero que rechazan la idea de exotismo y de lo etnológico, así como la arrogancia cultural occidental. El problema es que la totalidad de estos artistas dependen de las colecciones occidentales. La noción de arte no es africana. En África nadie compra arte puesto que es considerado como algo inútil. Éste ha perdido sus antiguos poderes mágicos. Así, pues, este arte se reserva para los extranjeros que son quienes lo compran. En África no hay museos. Todo el arte africano marcha de África (clima, termitas). Las galerías europeas se han centrado en la búsqueda de artistas populares, aquellos que no han tenido educación formal y que son autodidactas.
La mentalidad africana vive ligada a la comunidad, al sentido del humor y a la vinculación con el país de sus antepasados. Una lección para nuestros museos de arte contemporáneo. También cabría hablar del supuesto retraso de África respecto a los dictámenes del ya caduco Fondo Monetario Internacional. África puede exportar humanismo, sentido pleno de la existencia, optimismo (sin acidez ni amargura), concepto del grupo como cohesión e integración de la diversidad, armonía. y mucho arte plástico y musical.  
No dejéis de clicar en los cuadros enlazados que pueden ser vistos en mayores dimensiones.  

domingo, 12 de octubre de 2008

Arte contemporáneo


Cuando viajo me gusta visitar los museos de arte contemporáneo que han proliferado por toda la geografía española. No he tenido ocasión de visitar ARCO, la feria de arte contemporáneo que se celebra en Madrid y que es la más importante de nuestro país. Es interesante intentar un diálogo con el arte que se está haciendo ahora. La idea de lo contemporáneo puede aplicarse a todo el siglo XX, o más restrictivamente al realizado después de la segunda guerra mundial, o incluso más reducidamente al creado tras el ataque a las torres Gemelas de Nueva York. Cuando paseo por las salas de un museo contemporáneo intento mantener una conversación con el artista que hace la propuesta. ¿Qué me está diciendo? ¿Qué pretende expresar? ¿Qué reflexión hay sobre el arte en su propuesta plástica, pictórica o literaria? No me considero un erudito en arte, mi visión es bastante simple. Me gustan los planteamientos de la modernidad que llegan a fundirse con mi visión del mundo. Mis impresiones en general suelen ser bastante decepcionantes. Hay demasiados museos de arte contemporáneo y no hay una producción de altura estética para llenarlos. El otro día paseaba por la colección del MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona) y mi juicio no podía ser más pobre. Lienzos pintados totalmente en negro, esculturas con forma de caja de metal, formas inexpresivas carentes de imaginación, profundamente aburridas, una serie de cojines gigantes clasificados por colores. El bostezo me asaltó repetidamente cuando visitaba sus salas llenas de turistas que no sé muy bien qué sentirían ante aquella vaciedad e inanidad.

Hace unos meses tuve ocasión de ver la exposición conjunta de Picabia, Man Ray y Marcel Duchamp en el MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña). Tuve ocasión de verla con mis hijas que se aburrieron profundamente. No tuve ocasión de verla con excesivo detalle, pero sí que llegué a la considerada obra fundamental del siglo XX, la fontana de Marcel Duchamp, un urinario puesto del revés. Imaginaba que cuando llegara a tal icono del arte dadaísta sentiría algún tipo de emoción profunda. Tantas veces había hablado de él y de la nueva concepción del arte que se derivaba de aquella fuente de la marca Mutt. Pero no fue así. Mi reacción fue fría, aquel objeto, o aquella cosa como acostumbraba a decir Marcel Duchamp, me dejo absolutamente impasible. No sentí nada, y casi me surgió de nuevo el bostezo. Fue una terrible decepción. Pensar que buena parte del arte del siglo XX derivaba de aquel objeto que ha sido considerado como el elemento artístico fundamental del siglo pasado resultaba decepcionante.

Quizás me faltaba una buena contextualización. Es imposible entender el arte contemporáneo si uno no entiende los parámetros en que está creado, el diálogo con el arte que el artista pretende mantener, la ironía que propone...

Creo que el arte contemporáneo es demasiado críptico y dentro de esta oscuridad significativa se esconde un profundo vacío. Hay ciertas cosas que se han incorporado ya a nuestra cultura como el relativismo de lo que es arte. Hay quien dice que arte es aquello que está colgado de las paredes de un museo y -añado yo- que estas paredes están llenas de patrañas huecas que no contienen nada ni expresan nada. Así lo tiende uno a sentir en numerosas ocasiones ante las banalidades que tiene ocasión de contemplar.

Sin embargo, no descarto seguir visitando museos de arte contemporáneo. A veces hay sorpresas. El diálogo con la modernidad es necesario, y en ocasiones uno encuentra auténticos visionarios como Juan Muñoz, el escultor de figuras enigmáticas en grupos o en soledad; o las fotografías de Desiree Dolrom de la feria de Arco de 2007, o cuadros de arte africano caracterizados por el sentido social del arte y el humor. Probablemente el conjunto sea profundamente frustrante. Hay mucho engaño y mucha mediocridad, pero de vez en cuando surge un artista total cuyo arte es revelador y transparente, a pesar de su carga conceptual. Es necesario tocar carne y sangre, es necesario que el arte vuelva a abrir sus venas ante el espectador, es necesario volver a recuperar la expresividad y la poesía del arte y que llegue a este asendereado hombre del siglo XXI tan necesitado de poesía visual ante la avalancha mediática a que está expuesto. A veces los artistas son deliberadamente oscuros para no entrar en los parámetros del arte comunicativo y televisivo, pero esta televisión es la verdadera formadora de nuestros criterios artísticos en la publicidad sobre todo.

Las imágenes que publico son de Desiree Dolrom, una artista que recrea el mundo del pintor holandés Johannes Vermeer. Son espléndidas por su tratamiento de la luz y el misterio de los rostros. Cuando pienso en arte contemporáneo auténtico imagino artistas como ella.
Estas fotos fueron publicadas por http://agaudi.wordpress.com/2007/10/24/desiree-dolron-fotografias/ .

miércoles, 8 de octubre de 2008

Negra sombra

Este año entra, como novedad en las pruebas de las PAU en la especialidad de Literatura Castellana, la poeta gallega Rosalía de Castro (1837-1885). Reconozco que la había tenido orillada en mis intereses poéticos, reducida a una posición sentimental y folclórica. Sin embargo, la profundización en su vida y su obra me la ha hecho emerger como un personaje interesante y auténticamente apasionante. Tuvo conciencia de levantar la bandera del idioma gallego –hablado por el pueblo pero desprestigiado en las élites- en la creación poética. Publicó dos libros en gallego: Cantares gallegos (1863) y Follas novas (1880). Tras el primer libro –se dice que cantó la alondra- nada volvió a ser igual a pesar de los graves problemas de distribución que tuvo aquella obra que inauguraba la moderna literatura en gallego. Ella, que no era una intelectual, consiguió que su voz llegara a la sociedad gallega y que fuera conocida y recitada, quizás más que leída.

 Su vida estuvo unida a la del intelectual gallego Manuel Murguía con quien tuvo varios hijos, alguno de los cuales murió. Rosalía tenía una salud precaria y una propensión personal a la tristeza profunda. Murió a los cuarenta y ocho años revelándose como una poetisa de singular intuición, creadora de imágenes llenas de fuerza y frescura expresiva.

 Tenemos que comentar una serie de poemas pertenecientes a su último libro En las orillas del Sar, escrito en castellano. No vamos a entrar en los motivos por los que decidió cambiar su lengua poética, pero sí vamos a sostener que es una extraordinaria artista del idioma. En las orillas del Sar es un libro intimista de autoexploración personal que se caracteriza por el sentimiento de desolación interior. Y realmente pocos libros he leído en que la tristeza sea tan profunda y densa, tan dramática la angustia existencial que atormentaba a Rosalía. Es un tratado de la conciencia metafísica sobre el sentido de la vida humana y de la desesperanza, inspirado en una fe problemática al estilo unamuniano. Publicó este libro en la antesala de la muerte (1884), aunque parece que está compuesto por poemas escritos años atrás. Su ordenación es problemática y no parece corresponder a ningún criterio. No hay prólogo ni presentación en su edición de 1884. La que apareció en 1909 había sido corregida y “manipulada” por su esposo Manuel Murguía, quizás para hacerla menos conflictiva y más cercana a lo establecido.  Por eso, y otras razones ha sido puesta muy en cuestión, y los editores se acercan más a la edición de 1884 como base de la obra.

 Me atraen su lenguaje, sus imágenes, su tristeza metafísica, su visión desolada de la vida, su amor por su tierra, el acercamiento a ciertos temas sociales como el de la emigración, su deambular por el mundo de los sueños frente a la terrible y dolorosa realidad. Rosalía era una alondra, una flor blanca traspasada por una aguda angustia que la hacía ser sensible hacia el dolor ajeno y en especial al de su tierra. Su sentimiento de pesar existencial la hacen próxima a las corrientes que atravesaron el siglo XX. Cuando uno lee sus poemas la siente cercana a estratos profundos, a esas galerías del alma en que nos reconocemos los lectores de naturaleza melancólica. Espero poder mostrar a mis alumnos esta especial emoción que me causa aquella mujer que quizás no tuvo conciencia de su papel y valor en la recuperación de la cultura gallega ni de las honduras del espíritu a que llegan sus poemas llenos de negra sombra.

 “Para el desheredado, sólo hay bajo el cielo/esa quietud sombría que infunde la tristeza”

 “Vosotros, que lograsteis vuestros sueños,/¿qué entendéis de sus ansias malogradas?/Vosotros, que gozasteis y sufristeis,/¿qué comprendéis de sus eternas lágrimas?/Y vosotros, en fin, cuyos recuerdos/son como niebla que disipa el alba,/¡qué sabéis del que lleva de los suyos/la eterna pesadumbre sobre el alma!”

  Negra sombra, Luz Casal y Carlos Núñez                                                                                                 

viernes, 3 de octubre de 2008

Leyendo a J.G. Ballard

Nuestra existencia es una negociación con el futuro en el que viviremos el resto de nuestras vidas. Nuestra identidad una entelequia absurda que se debate en espacios interiores más que exteriores. Vivimos en un submundo surrealista tras una fachada burocráticamente ordenada. Un centro de enseñanza: escaleras vacías, geométricas, pasillos acristalados, puertas que encierran energías desbordantes poseídas por la tecnología, la pornografía y el aburrimiento. Alumnos que se aburren y que añoran la belleza de las salas de disección, el maquillaje hermoso de los muertos, alumnos que deambulan por sus paisajes interiores llenos de enigmas inabarcables. El profesor gesticula, pero sus alumnos añoran algo que dé sentido a sus vidas aunque sea una explosión nuclear o un ataque terrorista. Necesitamos la fuerza de nuestra vida interior con el potencial de la imaginación, las obsesiones, los sueños y la psicopatología.

 Frente a esa realidad de edificios ruinosos y grises, de piscinas vacías, de cinturones industriales, de centros comerciales se alza un universo de posibilidades ilimitadas alejadas de la moral que ha sido desplazada por la lógica inversa y el veneno de la fascinación por la muerte, el sexo y la tecnología. El resultado es la ambigüedad y la perversidad, pero también enormes posibilidades de autoconocimiento y espiritualidad.

 Ya estamos inmersos en aquel territorio del Corazón de las tinieblas, navegando río arriba, rumbo a la autodestrucción o el autoconocimiento. La locura tiene un enorme potencial, y la creación nos conduce a la autodestrucción.

 El esperma llena el mundo, y él, junto al vómito y la mierda son extraordinariamente creativos. Soñamos con choques de trenes, explosiones de aviones, con cadáveres expuestos a la putrefacción. Nuestro mundo exterior sólo es una fachada de nuestros enigmas interiores inspirados por los sueños alucinatorios y premonitorios. El siglo XIX ha muerto. Del siglo XX nos ha quedado el surrealismo, el psicoanálisis, Marilyn Monroe, Mickey Mouse, las explosiones de Hiroshima y Nagashaki, las estéticas límite y la fragmentación de nuestro yo conflictivo y oscuro. Vivimos un mundo donde la ficción ha intoxicado todo. Ya no hay distinción entre realidad y ficción. Nos atrae nuestra propia muerte, la enfermedad, la estética de los hospitales, las teleseries de Disney Chanel. El futuro será aburrido porque nuestros sueños desbordan nuestra racionalidad, duramente constreñida a sus límites sociales. Un centro de enseñanza es una cárcel con muros, igual que los centros de trabajo. Nuestra imaginación trabaja por debajo y nuestros sueños son demasiado fuertes para ser contenidos. Querríamos que pasara algo, que viniera Godot, ver una ejecución o el estallido de una bomba nuclear, otras formas de belleza oscura. Los atentados del 11 S fueron la mayor representación artística del siglo. Los hemos visto miles de veces fascinados. Mis alumnos bromeaban sobre la destrucción de las torres gemelas y hacían estrellar aviones contra ellas.

 El futuro ha comenzado y ya está aquí. ¿A qué niño no le gustaría ser Huckleberry Finn y caminar descalzo sin normas, sin límites, sin escuela, abierto a la fuerza desbordante de la imaginación y los mundos interiores?

Autopsia del nuevo milenio (CCCB).

Un análisis lúcido e inteligente del significado de J.G. Ballard:

http://fmaesteban.blogspot.com/search/label/J.G.%20Ballard

lunes, 29 de septiembre de 2008

Ànima càndida

Este es el título de un artículo de opinión firmado por Jordi Llovet en el Quadern de El País el 25 de setiembre del presente. No puedo enlazarlo porque El País no publica en su edición digital los artículos o noticias publicadas en otras lenguas diferentes al castellano.

El artículo de Jordi Llovet versa sobre el último libro de Daniel Pennac Mal de Escuela en el cual estoy sumergido habiendo leído tres cuartas partes del volumen. Jordi Llovet acusa a este libro de optimista, de aprovechar la figura del estudiante zoquete para reivindicar una pedagogía ilusa o inocente. Recordemos que Pennac escribe este libro dividido en dos secciones, una biográfica en la que se evoca como alumno fracasado en la escuela francesa de los años cincuenta. Se recuerda como el alumno que se sentaba en el último banco y acostumbraba a desconectar de las explicaciones del profesor que por otra parte no entendía en absoluto. De esta situación fue salvado por un viejo profesor que le pidió escribir una novela –sin faltas de ortografía a las que tan proclive era el Pennac de aquellos años- a cambio de de no hacer exámenes de lengua francesa.

 La segunda parte del libro, más interesante todavía que la primera, es cuando Pennac utiliza sus veinticinco años de docencia para extraer algunas reflexiones que me han parecido sumamente lúcidas e interesantes teniendo en cuenta el tipo de alumnos que tenemos en este momento. Discrepo totalmente de Llovet cuando achaca este libro a la grafomanía de un escritor de éxito que necesita publicar un libro cada año para estar en el candelero. Mal de escuela, igual que Como una novela está compuesto de reflexiones personales originales y muy sugerentes. La mayor acusación a este texto es de calificarlo de roussoniano, aquella tendencia de pensamiento que estima que los seres humanos somos buenos por naturaleza pero es la sociedad quien nos pervierte. En el fondo está el pensamiento de Hobbes que nos recuerda que el hombre es un lobo para el hombre. Llovet apunta críticamente también con agudeza, que nadie le niega, a películas como El club de los poetas muertos o Los niños del coro. Reconozco que son dos películas que he visto en múltiples veces y que me han emocionado. Era profesor en los años noventa cuando estrenaron El club de los poetas muertos y yo que no soy nada dado a los escalofríos o las emociones fáciles, aquella película consiguió conmoverme, igual que Los chicos del coro. Ambas acaban de forma semejante. El profesor, un alma cándida, que ha conseguido transformar a sus alumnos con sus enseñanzas, es despedido de la escuela. Sus alumnos parecen ignorarlo pero hay una sorpresa final en ambas películas cuando los muchachos del profesor Keating se suben a las mesas saludando emocionados a aquel profesor que tanto les ha enseñado acerca de la vida. En Los chicos del coro, son unos aviones de papel que son lanzados desde las ventanas del internado porque les han prohibido salir a despedirse del profesor.

 Hay muchas películas que recrean la figura del profesor. Hubo una cuyo nombre no recuerdo que contaba la historia de un profesor de matemáticas enfermo del corazón que cogía un curso en Nueva York que era un desastre y lograba elevar su autoestima y llevarlos a la olimpiada matemática de los Estados Unidos y quedar en un buen lugar. No recuerdo el nombre, si alguien lo hace, le ruego que me lo diga para poder volverla a ver. 

¿Qué seríamos los profesores sin ese componente roussoniano que ve en nuestros alumnos oportunidades abiertas, todavía no cerradas? El sistema educativo puede rozar la catástrofe, pero a mí este sistema educativo me deja frío. Lo que me preocupa es el encuentro personal con algunos alumnos a los que mis palabras puede que no sean indiferentes. Necesito ser optimista (aunque de naturaleza soy pesimista) para esperar. Esa dichosa esperanza que es la virtud más necesaria entre los docentes. Alguien podría añadir también la necesidad de realismo, de tener los pies en la tierra. Pero las grandes utopías educativas desde Platón a Summerhill o Walden o la vida en los bosques, se han nutrido de un componente teñido de una cierta inocencia. El profesor ha de saber quién es cuando entra en clase, pero en su fuero interno ha de estar contagiado de esperanza. Antes Rousseau que Hobbes. Y además considero que la memorización de textos literarios como recomienda Pennac es un excelente método de comprensión reflexiva si a los alumnos se les hace pensar sobre lo que están memorizando. El libro de Pennac es interesante, aunque lo dice alguien que en este momento está en la barrera contemplando el mundo educativo. 

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Buda explotó por vergüenza

Hace unos cuantos posts Juan Poz nos hablaba de la película dirigida por la iraní Hana Makhmalbaf Buda explotó por vergüenza. Recuerdo que fui a ver esta cinta en febrero de este año y salí profundamente conmocionado. La directora tenía dieciocho años cuando dirigió esta película ambientada en el Afganistán de los talibanes, en el espacio donde fueron dinamitadas las figuras de Buda. El guión es de su madre Marziyeh Meshkini, y la joven directora es hija de Moshen Makhmalbaf, director a su vez de películas notables como Gabbeh, El silencio y Kandahar.

 La protagonista, una niña de seis o siete años, Baktay, cuida de su hermano, pero oye a un niño vecino suyo una hermosa historia que le cautiva. Quiere ir a la escuela a aprender a escribir. Pero estamos en el Afganistán de los talibanes. No será fácil. Baktay habrá de conseguir un cuaderno para ir a la escuela. La búsqueda del cuaderno es épica, y cualquiera de los espectadores nos meteríamos en la película para ayudar a la protagonista de la película filmada con actores no profesionales. ¡Qué emociones tan intensas y puras sentimos los que contemplamos la película! Cuando lo consigue no tiene lápiz y ha de utilizar el carmín de labios de su madre. Quiere ir a la escuela, pero un grupo de muchachos talibanes la retienen y la amenazan. Es una auténtica película de horror cuando le ponen una capucha de papel en la cabeza igual que otras niñas castigadas por diferentes motivos. Esta imagen es magnética y roza la genialidad. Los muchachos de diez y once años imitan a los mayores en sus juegos bélicos y la amenazan con ramas a modo de fusiles y ametralladoras. Baktay logra huir y sigue buscando la escuela y es lo que confiere a esta cinta un tono homérico. No voy a contar el final. Si podéis, vedla. Quizás la hayáis visto ya y podáis compartir algún comentario acerca de ella. Pero pocas veces he visto algo tan intenso realizado con tan pocos medios.

 He querido traerla a colación a este blog por esa pasión de Baktay y su amigo por aprender en una sociedad que detesta el conocimiento. En aquel ambiente hostil crece el amor a las letras y a las historias divertidas. Es una película muy dura, pero que debería ser de visión altamente recomendada en los cursos de la ESO. Lo que vale el aprender en un mundo roto en que nada es sencillo. 

 Me gustaría saber si es posible hace cine en nuestras coordenadas con tan pocos medios y tan extraordinarios resultados. Estamos ante la esencia del cine. En cuanto pueda, veré con mis hijas está parábola altamente simbólica. Cada imagen está cargada de fuerza y significado. No es cine vacío y efectista, ni falsamente melodramático. Está construido con auténticas cargas de profundidad. 

jueves, 18 de septiembre de 2008

El grupo 15

                                             http://farm4.static.flickr.com/3227/2865440722_dcc432c1ff.jpg?v=0

El grupo 15 es una agrupación flexible con alumnos de primero de ESO, que he conocido hoy y que son de muchas partes del mundo. Era la primera clase. El grupo era muy vivo con dos alumnos, uno ecuatoriano y otro bereber, que llevaban la voz cantante. Eran alumnos que se conocían de los colegios de primaria del barrio. Hemos dedicado la clase a dar pautas de trabajo y a conocernos mejor. Quería saber su nombre, cuánto tiempo llevaban en España, si sentían añoranza de su país, el colegio en que estudiaron la primaria… Lo suficiente para saber un poco de ellos.

 La mayoría eran ecuatorianos y marroquíes. De estos algunos eran árabes de la región de Tánger y otros bereberes. Las relaciones entre ellos no suelen ser buenas. Ello unido a que en estos días se está celebrando el ramadán hace de ellos un colectivo especial porque no pueden comer ni beber durante las horas de luz.

 Entre los ecuatorianos los había que eran de la región de Guayaquil y de otras regiones que no sé localizar en el mapa. Hemos hablado con las chicas de esa fiesta en que a los quince años se visten de rosa y celebran su puesta de largo. Es una fiesta más importante que la primera comunión, según he podido saber. Hemos estado hablando sobre ella. Les produce a las chicas una enorme ilusión y sobre todo celebrarla en Ecuador.

 Había otras procedencias. Tengo algún alumno de Perú, dos gemelas de Argentina aunque pasaron toda la infancia en Bolivia, una alumna paquistaní que habla urdu, una alumna de Guinea Ecuatorial de la región de Malabo, la capital, que recuerda que los españoles trataban muy mal a los ecuatorianos, hasta que el presidente actual los echó y ahora se tienen que andar con mucho ojo cuando van allá. Guinea, según ella, es el séptimo productor mundial de petróleo.  

 La mayoría llevaban dos años en España, alguno hasta seis y se le veía totalmente adaptado a las costumbres del país. Alguna alumna marroquí llevaba velo, pero otras no. La alumna paquistaní no lo llevaba.

 Me pregunto si estas agrupaciones flexibles son un buen sistema para su integración. En algunas clases, en especial las de lengua, se les saca del grupo clase y se les introduce en un grupo lingüístico que pueda estar a su nivel. Tiene esto posibilidades interesantes. La convivencia entre culturas es intensa, pero no hay ningún alumno español. Sin duda se han dado cuenta de ello. Su nivel está por determinar. Muchos son latinos y su lengua predominante es el castellano, incluida la alumna de Guinea Ecuatorial. Todos son espabilados y el que más y el que menos domina varias lenguas.

 Sin duda es un grupo que me ha llamado  la atención respecto a los cinco a los que he dado hoy clase. Cada uno era un mundo diferente. Pero este grupo me ha atraído poderosamente por sus posibilidades humanas  si conseguimos encauzarlo bien. El clima humano es agradable y los alumnos son correctos y parecen educados. Me encanta ser su profesor. 

domingo, 14 de septiembre de 2008

Disney Channel


A veces me quedo embobado viendo escenas de la televisión, en especial las series dirigidas a adolescentes. Las hay muy numerosas en las franjas más accesibles. En los últimos días Disney Channel ha empezado a emitir en abierto para la TDT. Un aluvión de series que tienen como protagonistas a adolescentes arrasan entre sus destinatarios. Sin embargo, cuanto más las veo, más bobas me parecen. Me resultan de una simpleza total esas películas que han tenido un éxito enorme tales como High School Musical, 1 y 2; me parecen inanes la mayoría de los productos que se dirigen a los adolescentes, incluidos algunos libros de lectura que se ofrecen como muy adecuados para ellos. Su sentido del humor con risas enlatadas me subleva, sus conflictos graciosos no me producen ninguna gracia y su música me enerva. Se diría que se quisiera ver convertidos a los adolescentes en unos tontos de capirote y  permanentemente inmaduros. En este sentido no son muy diferentes de muchas series “bobas” dirigidas a los adultos en los que los seres humanos aparecen como unidimensionales, planos, carentes de ninguna dimensión misteriosa. Son series banales con un cierto ingenio plano que no estimulan lo más valioso que tienen las personas: su llamémosle espiritualidad. No soy creyente, aclaro, y no dedico en mi declaración de renta la asignación a la iglesia. Estoy en contra asimismo de que se imparta religión católica en los centros públicos. Pero también entiendo que hay dimensiones desconocidas en el ser humano que hacen de éste un ser misterioso en sus motivaciones y en su realidad. Esta realidad tiene otro lado. Hay otros mundos que quizás están en éste como sospechaban los surrealistas.  Cuando contemplamos la realidad podemos tener la sospecha de que existe un más allá, otro lado del espejo. Toda la gran literatura conecta este lado visible de las cosas con la intuición de que existe una dimensión desconocida.

 Así los hombres en la literatura artúrica buscaron el Grial, o salieron en persecución del honor o iniciaron viajes hacia países lejanos buscando algo que les faltaba, persiguieron sus sueños o estos se apoderaron de ellos penetrando la vida cotidiana. Pienso en Kafka, en sus alucinaciones o pesadillas entrando en la dimensión terrena de la realidad. Un día Gregorio Samsa se despertó convertido en una especie de escarabajo. ¿Qué oculta esta metamorfosis? ¿Qué oculta siempre esa dualidad de mundos entre los que nos movemos, los visibles y los invisibles? Probablemente nuestros deseos ocultos, nuestros terrores, nuestras ansias más misteriosas. Ulises hizo un largo viaje camino de Ïtaca, y todo aquel viaje era un símbolo de la existencia que aquellos hombres de hace dos mil quinientos años estaban preparados para recibir. En África, ese continente desconocido, la transmisión oral de los cuentos y leyendas prepara a los niños, a los jóvenes y los adultos para la relación con la otra dimensión, la de los dioses, la de los espíritus. El otro lado. Ese otro lado sin el que nuestra existencia no está completa.

 La vida es un viaje misterioso. Pero mucho me temo que la cultura de época tiende o ensombrecer esta idea. A veces también hay esoterismo de segunda fila, pero tampoco se trata de esto, aunque detrás de determinadas ceremonias vudú celebradas en Haiti, Cuba o el Caribe, también se encubra una cierta relación con el lado misterioso de las cosas.

 Leer Muerte en Venecia o La montaña mágica de Thomas Mann, o releer estos días las novelas grises de Robert Walser, o adentrarme en el universo poético de Rosalía de Castro, me reafirma en que los seres humanos necesitan símbolos más poderosos para desentrañar su vida, su pequeña vida, la única que se tiene, pero abierta a proyectos más enigmáticos. El universo es infinito, quizás; la naturaleza de la materia está por desentrañar; el cerebro está descubriendo quizás sus enigmas. La cultura de época, el mundo televisivo y literario que se ofrece a los adolescentes, objeto de nuestra enseñanza es tremendamente pobre y chato, aunque, ojo, esa unidimensionalidad frívola y lamentable es sumamente adictiva, como el kepchup, las hamburguesas del McDonalds, o los episodios de los Simpsons… Necesitamos adolescentes abiertos a otros mundos, a la idea de justicia, a la de solidaridad, a la literatura, a los sueños, a algo que está al alcance de nuestra imaginación, pero hay que hacer un esfuerzo o un salto que nos acerque al mundo de las islas lejanas o al espejo, a su otro lado. 

jueves, 11 de septiembre de 2008

Once de septiembre

                                         Símbolo de la semana de cultura africana

Una fecha con resonancias planetarias que nos lleva a evocar el ataque terrorista contra las torres Gemelas, el Pentágono y otro atentado abortado de setiembre de 2001. Hubo quien dijo que el mundo no sería igual después de aquello. Escribí en mi diario que había comenzado el siglo XXI. Bush sostuvo que aquel era el comienzo de una monumental lucha entre el bien y el mal. Al día siguiente las bolsas de todo el mundo se hundieron y se habló de peligro de una recesión mundial (que no se produjo). Alain Touraine se preguntaba ¿hemos entrado ya en un siglo XXI que va a reproducir la historia del siglo XX pero con un dramatismo aún mayor? Mi diario recoge titulares y reflexiones de aquellos días cargados de temores y miedo a la venganza. Todo se conmovió. Bin Laden había golpeado certeramente el corazón del mundo occidental.

 En aquellos días de setiembre de 2001 yo era todavía un profesor idealista y lleno de energía. Había llegado a mi nuevo instituto cargado de ilusiones y utopías. Tenía en mente desarrollar una semana dedicada a África como punto de reflexión teórica y vivencial. Durante meses había acumulado información sobre el mundo africano, su cosmovisión, su literatura y su arte. La cultura africana era una total desconocida que se menospreciaba e ignoraba. Mi inmersión en su cultura me llevó a pensar que había allí un caudal enorme de inspiraciones humanas y artísticas que podían servirnos a nosotros, orgullosos occidentales. Desarrollé durante el verano un programa revolucionario didácticamente pero que requería la complicidad de mis compañeros profesores a los que me dirigí en los claustros. África existía y tenía un potencial extraordinario. Eso pensaba y me dediqué tanteando a los distintos profesores a difundir la oportunidad de realizar unas jornadas dedicadas a la cultura africana, lo que requeriría la colaboración de buena parte del claustro y la implicación del área de visual y plástica, dado que nuestro instituto cuenta con el bachillerato artístico. Imaginaba en mi inocencia de 2001 a los alumnos del bachillerato artístico investigando el potencial de las máscaras africanas, sus combinaciones de color, sus danzas, su sentido social del arte, su ingenuidad y lo más hermoso, la risa africana. Imaginaba mi instituto transfigurado con los colores y el arte africano…

 Pero era setiembre de 2001, y nada de aquello caló en el conjunto del profesorado. Se temía a África, nadie estaba por utopías ni experimentos, cada uno estaba metido en su parcela y nadie ni dirección ni compañeros atendieron las razones que mostraban la oportunidad de aquello. O yo no supe llevarlo adelante. Recuerdo que a todas horas intentaba a la desesperada convencer a mis compañeros de que la idea contribuiría a formar una conciencia de instituto. Era un proyecto transversal que necesitaba la implicación de todas las áreas: historia, filosofía, arte, lengua, literatura, diseño, vídeo…

 Recuerdo el día en que un compañero muy querido procuró esquivarme para no hablar del tema. En aquel momento me sentí envejecer como Zazie dans le metro de Raymond Queneau. Me sentí envejecer y algo hizo crac dentro de mí. Me di cuenta de que los profesores son personas complejas y profundas pero terriblemente apegadas a la tierra. No valen los proyectos que apuntan a la luna. Ser profesor –aprendí- implica mucha burocracia y sueños terrenos. Todo aquello fracasó. Nadie se interesó demasiado por aquel sueño de una noche de verano. Sin duda, yo meaba fuera de tiesto en un momento poco propicio a la experimentación y a la duda.

 Sin embargo, cómo añoro a aquel Joselu, apasionado y torrencial, que ideó aquello. La idea era magnífica, pero no sería capaz de repetirla. Sin quererlo me hice también gris. 

sábado, 6 de septiembre de 2008

Mal de escuela

Mal de escuela es un ensayo del escritor francés Daniel Pennac, autor de aquel otro ensayo memorable titulado Como una novela en la que reivindicaba la libertad gozosa del lector. Mal de escuela todavía no está en las estanterías de las librerías españolas, pero hoy El País (sábado) publica una amplia reseña que me ha puesto los dientes largos.

No me gusta cualquier discurso pedagógico. Los tratados tecnocráticos y la jerga educativa de los especialistas en educación producen en mí un sopor que se traduce en bostezos irreprimibles. Prefiero los libros que se meten en la sangre y en el hígado del hecho de enseñar o aprender. Y tengo la impresión de que Mal de escuela está escrito con el corazón y la inteligencia a partir del alumno torpe que no da ni una y que está aquejado de una profunda incomprensión de todo lo que oye en la escuela. En francés la figura del alumno torpe es el cancre, como lo fue Pennac hasta los quince años en que fue rescatado de su situación por la escritura y el amor.

La lectura de la reseña de El País me ha hecho evocar también mis años de alumno torpe en la escuela. Fueron años terribles entre los diez y los dieciséis años. En todas las clases había un alumno risible y fuera de lugar, que en este caso era yo. Suscitaba todos los sarcasmos de los profesores y las burlas de mis compañeros. Estaba incapacitado para las matemáticas (tuve que cursar bachillerato superior de ciencias), y la sintaxis tampoco me iba demasiado bien. En realidad no me gustaba nada. Sólo a los dieciséis años me sentí atraído por la filosofía, pero hasta entonces no había leído ningún libro serio. Sólo aventuras juveniles y noveluchas del oeste o de espías.

 Hay muchas razones para explicar al alumno torpe, la figura que recrea Pennac. El caso es que el muchacho se siente profundamente idiota porque no entiende nada. Pero esto le libera de cualquier esfuerzo. “Si soy tonto, no estoy obligado a nada, ni puedo aspirar a nada”, se dice el alumno torpe. Pero esto no es así, ningún alumno es idiota, el problema es cómo rescatarle de su situación, de su falta de amor a sí mismo. En mi caso fue una tremenda caminata que los curas de mi colegio organizaron. Era una caminata de cincuenta y cinco kilómetros por la noche hasta el santuario de Javier en Navarra. No estábamos preparados para hacer semejante trayecto, pero yo me apunté, como una tabla de salvación. Mis padres se opusieron. Me escapé de casa un día y sólo volví al día siguiente. Quería ir a Javier no por devoción o santificación, sino como una prueba personal de superación. El alumno torpe saca alguna vez su orgullo. Aquello me reivindicaba frente a mí mismo y ante el profesor que lo proponía. Pocos alumnos estaban dispuestos a hacerla. Tenía quince años y la hice, llegué con ampollas en los pies pero contento. La semana siguiente el cura y profesor de química me sacó a la pizarra delante de mis compañeros que esperaban reírse de mí como habitualmente pasaba. Me dictó fórmulas químicas de óxidos, hidruros, hidrácidos o hidróxidos y también sales. Empecé resolviéndolos bien y cada vez el profesor me los ponía más complicados. Así hasta unos treinta que solucioné correctamente. Ni un fallo donde todos habían errado. El alumno torpe por primera vez enseñaba sus garras ante el silencio absoluto de la clase. “Muy bien, siéntate” –me dijo el profesor, supongo que con orgullo porque yo también había sido uno de los pocos que había llegado a Javier.

El alumno torpe, el cancre, necesita que alguien crea en él. En el caso de Pennac, un profesor de lengua francesa le cambió los ejercicios de sintaxis y los exámenes a cambio de que escribiera una novela porque escribir le apasionaba. Posteriormente una muchacha hermosa e inteligente, de la que estaba enamorado, le eligió a él para representar una obra teatral. Por primera vez alguien no le citaba para reírse de él sino que le escogía y le sacaba de la condición de cretino totalmente asumida.

Mal de escuela es una reflexión profunda sobre el hecho de aprender y enseñar, así como de la superación personal.  Estaremos a la espera de su publicación y seguiremos hablando. 

martes, 2 de septiembre de 2008

Un nuevo compañero

El uno de setiembre es nuestra fecha de vuelta al trabajo, pero ayer el día me guardaba una sorpresa tras los saludos protocolarios a nuestros colegas del instituto. A mi seminario había llegado un nuevo compañero que venía en lugar de Rafa, que se jubiló a final del curso pasado. Lo estaba esperando desde que en julio vi en internet las nuevas adjudicaciones de plazas. Antonio sería mi compañero en la docencia de los cursos primeros y segundos de la ESO, un territorio nuevo para mí. El encuentro fue cordial y amable. Sin embargo, cuando fuimos charlando a lo largo de casi hora y media, descubrimos insólitas circunstancias. Los dos éramos blogueros entusiastas, pero además Antonio a su vocación añadía ser escritor y apasionado de la literatura. Nos mostramos nuestros respectivos blogs, abriendo esas ventanitas mágicas que nos conectan con el mundo. Mi sensación de maravilla creció cuando en casa rastreé su página web y conocí su producción literaria y periodística. Incluso pude asistir a la lectura de algún fragmento de su obra El solitario que aquí os dejo en el vídeo enlazado. Antonio Gálvez admira a los grandes de la literatura, a aquellos que han dejado historias pero también un estilo personal que  se ha insertado en una tradición literaria. Cervantes, San Juan de la Cruz, Quevedo, Valle-Inclán, Cela, Francisco Umbral son sellos personales que hacen del lenguaje algo más que un discurso informativo y denotativo que es el que hoy invade todos los libros de éxito.

Mi conversación con él y nuestras afinidades blogueras y literarias me hacen presentir que podemos, quizás, formar un buen equipo de trabajo para enfrentarnos con humor y amor a esas fierecillas que no saben que quieren aprender.

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