Cabría reflexionar sobre la importancia de la transmisión de valores que se hace a través de la literatura infantil y juvenil. Es un lugar comúnmente aceptado que los libros de lectura que recomendamos o seleccionamos para nuestros alumnos deben ser un elemento de refuerzo de los valores humanistas y democráticos -favorecedores de la convivencia, de la tolerancia y del diálogo- que fomenten la integración social y que les hagan sensibles a cuestiones sociales (el racismo, el sida, la homosexualidad, la pobreza, la delincuencia, la anorexia…). La lectura en tal caso tiene una importante función de moldeamiento de las conciencias y las actitudes de los adolescentes con arreglo a los valores que entendemos que son válidos en una sociedad como la nuestra. Para ello, el mensaje de estos textos, normalmente narrativos, debe ser claro y no dejar ningún resquicio a la ambigüedad, y si lo hubiera, rápidamente habría protestas y críticas desde el ángulo de lo políticamente correcto. Podemos concluir que la función predominante de la llamada literatura infantil y juvenil es claramente moralizadora, es la predicación de una enseñanza de acuerdo a los valores entendidos como válidos y entronca con la publicidad o los sermones desde los púlpitos.
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lunes, 1 de febrero de 2010
Literatura moral
viernes, 29 de enero de 2010
J.D.SALINGER
Los 59 años pasados desde su publicación no han disminuido el impacto y la sacudida que provoca esta narración en los lectores, más si estos son adolescentes. He tenido ocasión de comprobarlo proponiéndola como libro de lectura en cuarto de la ESO y la mayoría de los alumnos lo consideraron como la mejor novela que habían leído ese curso y algunos sostenían que era la mejor que habían leído o leerían jamás. Muchos se sintieron identificados con ese personaje y disfrutaron de sus fobias y su lenguaje soez. El fluir del habla de Holden atrapa porque es totalmente diferente a la de cualquier héroe literario, y más de los de esas babosas novelas para adolescentes políticamente correctas, moralizadoras y educativas en valores. Porque El guardián entre el centeno no es una novela convencional. Es corrosiva y potencialmente peligrosa. Algunos críticos y profesores en Estados Unidos alertan sobre el efecto disolvente de este relato. Y es que Salinger en algún sentido se ha convertido en una religión y sus lectores en devotos seguidores de un misterio. Recordemos que el asesino de John Lennon llevaba encima esta novela.
Pero ¿quién era su autor? Sólo disponemos de dos fotografías de él porque se encerró y ocultó para protegerse del mundo en su cabaña de Cornish ya en 1952, abrumado por el éxito de su novela. No publicó nada más e impidió legalmente que se publicaran biografías sobre su figura e incluso que un autor sueco continuara la historia de su protagonista Holden. Su hija publicó, no obstante, un libro titulado El guardián de los sueños en el que presentaba una imagen terrible de su padre. Egocéntrico, cruel, autoritario, machista, diabólico, extremadamente susceptible, despreciativo de cualquier debilidad humana, seguidor de religiones en busca de la iluminación como la de la Cienciología, la Dianética, la Ciencia cristiana o el budismo. Se sometía a ritos de purificación incluso bebiendo orina. Aprovechó su fama y mito creado dejándose querer por muchachas de dieciocho años (cuando él tenía 53) a las cuales destruía psicológicamente y abandonaba. En muchos sentidos podemos decir -y es la imagen que da su hija de él- que fue un hijo de puta en el peor sentido de la palabra, pero los juicios morales no nos ayudan a descifrar el misterio y el hechizo que sigue emanando de su novela que camina por el filo del precipicio y se incluye dentro de la literatura maldita.
Salinger se ha ido pero el personaje que encarnó sigue sumido en el misterio.
miércoles, 27 de enero de 2010
Oscuridad
Me despierto sobresaltado en mitad de la noche. He tenido una pesadilla y el corazón me late acelerado. No recuerdo nada de lo que he soñado pero sé que huía. Algo me perseguía. Me levanto en la oscuridad todavía afectado. Voy desnudo. Y no sé si soy niño todavía o soy adulto. Estoy confuso. Ignoro si he crecido o todavía vivo en el universo extraño de la infancia. Mi sexo está fláccido. Salgo de mi alcoba, conozco el camino, entro en el comedor palpando las paredes y los muebles. No se oye nada. El silencio es total. Demasiado tal vez. No escucho ninguna respiración que me tranquilice. Entro en el cuarto de mi madre ¿soy niño entonces? y me acerco a la cama y palpo entre las sábanas. No está. Suena el tic tac del reloj de la mesilla. No sé qué hora es. Todo está oscuro. Voy a la cocina. Estoy solo. Abro el armario y cojo el pote del azúcar. Me hago un vaso de agua con dos cucharadas. Me da ánimos. Dejo el vaso en el fregadero. No sé dónde estoy. Parece que estoy en el universo de mi niñez pero no hay nadie en casa. Me acerco a la puerta de la casa, descorro el cerrojo que está cerrado. Abro el resbalón y traigo la puerta hacia mí. Salgo a la escalera en total oscuridad. Bajo los cincuenta y tres escalones sin dudar. Paso por el piso segundo donde vive la señora Pascuala y su perra Mora. Su piso huele a meados de los gatos. Sigo bajando y llego al primero. Viven unas maestras nacionales que me saludan con afecto cuando me ven y me invitan a entrar en su piso diciéndome: Joselu, ven aquí. Me dan pan con chocolate o carne de membrillo. Agradezco la ternura con que me hablan en un mundo doloroso y gris. Pero hoy en esta escalera se siente la oscuridad y sigo bajando hasta el portal, abro la puerta de la calle. Todo está en penumbra. No hay rastros de vida. Camino por las calles de mi niñez en un mundo preñado de oscuridad. Sólo puedo intuir mi camino en las calles que conozco o que recuerdo –no lo sé muy bien-. Quizás estoy dentro de un sueño que está dentro de otro sueño. Doblo la calle la Virgen a la izquierda y entro en la calle Prudencio. Ando por el medio de la calle o bien me acerco a las casas y tanteo las paredes. Las tiendas están cerradas, todo está en silencio y en completa negrura. Sé que ahí hay una tienda de plátanos. Su dueña es para todos simplemente “la platanera” y en sus aparadores de madera sólo se ven plátanos mustios. Tiene –a lo que recuerdo- un gesto cansino y agriado. Sigo por la calle y llego a la taberna donde están los borrachos del barrio. También van al bar de las Morenas. Sé que el dueño murió de cirrosis hepática, pero fue tiempo después. Soy niño todavía. Tengo cinco años. ¿O tal vez tengo cincuenta y estoy soñando que soy niño? No lo sé. Voy descalzo y noto los adoquines en las plantas de mis pies, las nervaduras del suelo de la calle, las mondas de naranja o cristales que no me llegan a cortar. Llego hasta mitad de la calle. Palpo la pared y creo que es allí donde está el portal de ella. ¿Pero no se había ido del barrio cuando hizo la primera comunión? ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué no hay nada ni nadie? Abro la puerta y entro en la escalera del número 19. Huele a coliflor y a aceite frito, pero no se oye nada. Conozco la escalera, voy subiendo pisos, en los descansillos hay unos bancos triangulares. Llego hasta el tercer piso y sigo ascendiendo hasta la buhardilla.
Llamo suavemente a la puerta. Toc toc. Toc toc. Oigo pasos que se acercan y escucho una respiración entrecortada al otro lado. Torno a golpear la puerta rítmicamente. Siento que dudan, y las dudas parecen llegar hasta mí. ¡Ábreme! Soy yo… -pienso- Pero ¿quién soy yo? Todavía no lo sé. Respiro hondo. Y entonces la puerta se abre y se queda entreabierta. Entro, ella me da la mano que siento cálida. No me dice nada. Todo sigue en la más total negrura. Sé que atravesamos el pasillo y la cocina y entramos en su habitación que huele a lavanda.
Sé que me gusta.
lunes, 25 de enero de 2010
No siento pena por Haití
Fritzner Alphonse, pintor haitiano
No siento pena por los haitianos. Me da la impresión de que sentir pena es una disposición nuestra a sentir aflicción por los que son inferiores a nosotros. Pobrecitos, vamos. Y nos gusta sentirnos buenos y bondadosos, intuyendo interiormente que quizás seamos unos canallas. Ha habido una unanimidad universal en sentir lástima hacia esa isla a la que le afligen desgracias sin fin. Donaciones, conciertos, voluntarios y ONGs han contribuido a un clima general de solidaridad con Haití. Pero pienso que en buena parte es nuestro propio deseo de sentirnos buenos alguna vez y en esta ocasión la situación se prestaba. ¡Cómo no sentir lástima y pena por el terrible destino de los haitianos? Las imágenes nos encogían y hacían aflorar nuestra vena compasiva. Sin embargo, alerto contra este sentimiento. No creo que haya que dar nada a los haitianos a cambio de nada. Se lo tienen que ganar. No entiendo que haya programas que se limiten a prestar ayuda, comida, agua, tiendas de campaña, asistencia médica… Todo esto es bueno y hay que hacerlo, pero hay que conseguir que los haitianos se sientan protagonistas de su recuperación. No deben limitarse a ponerse en infinitas colas para conseguir una ración de comida. Los programas de ayuda internacional deben ofrecer trabajo y crear empresas para atender a los afectados por esta tragedia. Veo con espanto en televisión los campos de hacinamiento en que consisten los alojamientos tras el seísmo. Los niños andan sin protección alguna, huérfanos, y corretean entre los excrementos humanos. Habría que crear empresas que se dedicaran a recoger la suciedad que puede ser causa de infecciones y epidemias. En ellas tendrían que trabajar los haitianos igual que en la reconstrucción de sus ciudades. La ayuda internacional debería servir para ofrecer trabajo a las mujeres, las principales afectadas por el terremoto y que son objeto de violaciones que ni siquiera se atreven a denunciar. Pienso que no debe darse un paso sin que el pueblo haitiano se sienta protagonista del mismo. No basta ser buenos y compasivos. Hay que enfocar el tema con inteligencia. Hay que levantar de nuevo ciudades, reconstruir y aumentar el tejido productivo y empresarial de Haití, apostar por la educación, dejar que los haitianos sean ejes de su reconstrucción.
viernes, 22 de enero de 2010
Sergio Beser
Hoy he recibido la noticia con desolación. El profesor Sergio Beser, catedrático de emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha fallecido esta mañana a los setenta y cinco años. No sé si los que me leen conocerán a este extraordinario profesor. Era el mejor especialista del mundo en literatura española del siglo XIX. Tuve ocasión de conocerle durante mis cursos de doctorado en la universidad de Bellaterra en Barcelona. Me impartió dos asignaturas en años consecutivos. Una sobre la crítica literaria del siglo XIX en el periodo de la Restauración y otra sobre los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Tenerle como profesor era un privilegio difícil de olvidar. Sabio, cordial, irónico, inteligente, enamorado de su pueblo, Morella (Castellón), y de su querido Barça del cual era socio número 5400. Todos sus alumnos y buena parte de la intelectualidad catalana terminaron siendo algún día u otro visitantes de su pueblo que hace tres años le concedió la Cruz de Santa Llúcia, el máximo galardón, por su labor de difundir el nombre y la realidad de Morella en el mundo.
El funeral será el sábado 23 de enero a las once de la mañana en el tanatorio de Sant Cugat. Por la tarde a las 17 h tendrá lugar el sepelio en Morella.
martes, 19 de enero de 2010
Alegría de vivir
Las noticias terribles sobre Haití de la última semana nos han conmocionado y las seguimos queriendo ayudar de alguna forma en esa tragedia de proporciones inimaginables. El mundo es uno y lo que pasa allí también es asunto nuestro. Sin embargo, en un artículo de Eduard Punset publicado hace unos días –él que estuvo tres años destinado allí por cuenta del FMI - decía que hacía falta algo más que un terremoto para hundir al pueblo haitiano, caracterizado –añado yo- por una apasionada voluntad de sobrevivir en las condiciones más extremas. Voluntad y alegría de vivir en ese mar Caribe de luz cenital en una síntesis de las culturas francesa y africana.
Los antiguos esclavos se liberaron de la metrópoli y llevaron consigo sus imágenes y cultos visionarios. Esto era lo único que les unía a ellos que habían sido capturados y trasladados desde diferentes regiones del África Occidental. Estos cultos se sintetizan en el vudú, religión de masas del pueblo haitiano que hunde sus raíces en la comunicación con el mundo de lo invisible y que se funde con las imágenes cristianas en una suerte de simbiosis apasionante para los antropólogos y la mirada occidental.
Haití, por otro lado, es una potencia artística de primer orden. Su pintura figura en las colecciones más selectas del mundo y ha sido fuente de admiración para numerosos artistas occidentales como André Breton, Wifredo Lam o Truman Capote. Los padres de la pintura haitiana contemporánea son Hector Hyppolite, Philome Obin y André Pierre. El primero era sacerdote vudú y artista autodidacta. Hacia 1944 llegó a Haití el acuarelista norteamericano Dewitt Peters y se sintió inmediatamente atraído por la pintura y el arte haitiano. Su figura sirvió para introducir el arte de Haití en el mercado mundial. Fundó con otros artistas el Centre d’Art de Puerto Príncipe en el que se reunieron multitud de pintores haitianos. Hector Hyppolite participó en el proyecto y su pintura traductora de experiencias místicas se difundió por el mundo artístico. De alguna manera se produjo un boom de arte haitiano en el mercado artístico. Sin embargo, algunos artistas haitianos niegan que el Centre d’Art y la figura de Dewitt Peters supusieran el nacimiento del arte en la isla. Ven arrogancia y racismo blancos en esta consideración. El caso es que el arte de Haití empezó a cotizarse en el mercado como ejemplo de arte primitivo e ingenuo, propio de artistas naturales autodidactas lo que le ha encasillado en una imagen que los pintores de la isla han de representar para vender. El tema estrella en la pintura haitiana son las prácticas espirituales del vudú sobre las que se pintan infinidad de oleos y acuarelas. Son también propios de la pintura de Haití los colores brillantes, la perspectiva ingenua (naïf), el humor malicioso y la intención social de muchos pintores que retratan los barrios más pobres donde la gente sobrevive con inmensa dificultad. Algún pintor ha reflejado en sus cuadros la poética de la pobreza y la vida cotidiana en los mercados y calles. Y en un país con opresión política e infinitos dictadores se han utilizado la fábula y los símbolos en que aparecen animales que representan a gobernantes sin escrúpulos. La pintura es una forma de libertad de expresión en una isla donde ésta ha sido pisoteada por autócratas extravagantes como la estirpe de los Duvallier. Papa Doc, el dictador sanguinario, solía disfrazarse de Baron Samedi, uno de los loas del vudú, para conseguir la sumisión de los negros haitianos que lo veían como una figura sobrenatural.
Otra escuela destacada de arte es la de Sant Soleil que agrupó a artistas más jóvenes e innovadores y se caracteriza por la abstracción de formas humanas y sigue estando fuertemente influida por el simbolismo vudú que es inseparable de la forma de concebir el mundo por los haitianos y que tiene conexiones con la santería en Cuba, el Candomble, la Umbanda y el Kimbanda en Brasil, y con otras manifestaciones en otros países del Caribe, incluida Nueva Orleans.
Destacan artistas como Seymour Bottex Etienne que pintó las pinturas murales de la sede episcopal de la catedral de la Sainte Trinité (hundida durante el terremoto), Stevenson Magloire (1963-1994) que fue asesinado en la calle –apedreándole. por sicarios del presidente Raoul Cedras, Dieudonné Cedor (1925) que fue fundador del Foyer des Arts Plastiques, escisión del Centre d'Art. Es considerado uno de los principales pintores contemporáneos. Su nombre se puede encontrar en todos los libros de arte principales como "Peintres Haitiens" donde el autor Gerald Alexis se refiere a él diciendo "Cedor puede manejar cualquier objeto, expresar alegría o tristeza, los esplendores y las angustias de la vida", Frantz Mosanto, Ismael Saincilus que pasó siete años en prisión por motivos políticos. Es el creador de Artibonite, una escuela con un par de decenas de pintores que lo siguen como maestro, Claude Dambreville (1934) escritor y pintor muy cerca de los hiperrealistas pero muy diferente a ellos pues en su pintura busca la poesía en lugar del realismo, Albert Desmangles (1957), actor, músico y pintor que intentó pintar a la mujer universal y es considerado el representante de la escuela de la Belleza, Emilcar Similien (1944), fuertemente influenciado por el Art Nouveau y Gustav Klimt. Similien se deleita en la belleza, la elegancia y la gracia. Pero en lugar de concentrarse en la postura, utiliza sus imágenes de la mujer sólo como vehículos para la visualización de diseño, el color y el brillo de las joyas de oro en la piel de color negro. Sólo son reconocibles como mujeres por sus contornos en que sus características no se distinguen, Carlo Jean-Jacques (1943-1990), preocupado por la injusticia social y la pobreza. Su arte podría definirse como la poética de la miseria. Su arte, como el de todos los artistas citados, es muy apreciado por los coleccionistas de todo el mundo.
Esta es una apretada síntesis del panorama de la pintura haitiana, pero en cada barrio y en muchas calles florecen humildes talleres donde se pinta con una fuerza y colorismo espléndidos. Ello hace de Haití un pequeño país en dimensión pero potente por su imaginación y el mundo de símbolos que es capaz de captar y trasladar a los lienzos, caracterizados por la potencia creativa, el mundo mágico y visionario, la intención social y una profunda alegría de vivir que los dota de una fuerza extraordinaria, que es común a todos los haitianos, frente a las adversidades y la pobreza.
domingo, 17 de enero de 2010
Haití en el corazón
Soy colaborador de Médicos sin frontera desde 1991, desde la primera guerra del Golfo. Es una organización que me suscita confianza y admiración. Hay otras que también son admirables. Eso no me hace mejor y probablemente entre los que leen este blog hay muchos otros que son socios o participantes en alguna organización humanitaria. Hoy leo con alegría su página en la que muestran que están actuando en Haití. Pienso que mi contribución no es inútil. Pensarán que me repito, que vuelvo al mismo tema, que ya podría dedicarme con más humor a temas más variados. Lo siento. Me repito. No entiendo que se pueda pensar en algo más que no sea lo que está pasando en Haití. Alguien argüirá que también en África hay catástrofes humanitarias y ahora no se les está dando ninguna relevancia. Y tendrá razón. Ahora las cámaras de todo el mundo apuntan a Haití que hasta hace una semana no existía. Alguien temerá que todo sea un producto del sensacionalismo que será olvidado en pocas semanas y preferirá no participar del espectáculo impúdico del dolor humano que es exhibido en fotografías escalofriantes que nos interpelan y nos sumen en interrogantes difíciles de resolver. Hay muchos que han optado por el silencio o por seguir hablando en sus blogs de sus lecturas, sus reflexiones habituales, sus relatos, para no caer ni mancharse con un “buenismo” que resulta sospechoso. Pero yo no puedo apartar mi mirada del dolor que aflige a esta isla desgraciada. Un comentarista de un blog decía ayer sagazmente que “Haití era un país más del mundo. Y punto”. Y punto. ¿Qué quería decir con esto? No sé si era alguien muy sabio o un cretino integral. Me ha quedado la duda. Pero me duele cierto distanciamiento, cierta relativización, cierto temor a sentirse conmovido, abrumado, destrozado o implicado en esta tragedia humana. ¿Hay que opinar? ¿Hay que elevar la voz? ¿Se teme caer en el morbo a partir de tantas fotografías de cadáveres amontonados en las calles? ¿Se considera inútil conmoverse? Sé que no todo el mundo ha reaccionado así y ha habido opiniones que reconocían que era difícil seguir con la vida cotidiana sin sentirse concernido por lo que estaba pasando allí. ¿Qué hubieran dicho nuestros blogs, si hubieran existido, después de Auschwitz, Hiroshima, Ruanda, Sarajevo, Gaza? ¿Hubieran optado por el silencio por no caer en la sensiblería o el humanitarismo inútil?
La blogosfera ha reaccionado muy fríamente ante esta tragedia. Algunos blogs ya empiezan a atacar a Estados Unidos por aprovechar la ocasión para ocupar militarmente la isla y denunciarlo como una maniobra más del imperialismo y colonialismo. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, ha atacado a USA por lo dicho anteriormente. Temo a cierta izquierda bienpensante que busca siempre un culpable imperialista para lavarse las manos y eludir cualquier responsabilidad. ¿Qué cabría hacer ante lo que está pasando? ¿Qué se diría si la comunidad internacional no interviniera? Se diría que como Haití no tiene materias primas, ya se entiende. El caso es no mancharse, mantener cierto discurso escéptico y cínico o no contaminarse de sentimientos que pueden ser aprovechados por el sistema. El sistema (¿acaso el sistema no soy yo también?).
Serenus Zeitbloom reflexiona en su blog, con aguda cuchilla, sobre el placer que suscita el dolor ajeno y la culpabilización de las víctimas a las que se hace responsables de su desgracia. El caso es sentir la sensación de que somos inocentes. Son otros los culpables. Javier en su blog La raza de Caín teme con dolor que esto sea efímero y que Haití sea olvidado tras unas semanas hasta que surja otra nueva tragedia. Lola, Caperucita azul, Nahahya, Eduard Punset, Matilde, Clares, se han referido de diversas formas a la situación.
El dolor nos resulta incómodo, contemplarlo en directo resulta inquietante. La reacción espontánea es generar cierta indiferencia y distancia. Al fin y al cabo son otros y no nosotros los que sufren. Cierto placer inconfesable como dice Susan Sontag en ese libro que tengo de cabecera que se titula Ante el dolor de los demás. Pero pienso que hay que mancharse de sentimientos aunque estos sean complejos; como decía Lorca, hay que meterse en el barro para sacar las azucenas.
No olviden la tragedia de esta isla, colaboren con organizaciones humanitarias, háganse eco, intenten comprender, conozcan la cultura de Haití, sigan los acontecimientos y tampoco dejen aparcadas otras tragedias que sin duda existen, pero ello no es óbice para que esta nos conmueva y estremezca.
Siento orgullo de que mi hija Lucía haya hecho dos murales con fotografías y textos de los periódicos publicados en los últimos días con noticias del terremoto y sus consecuencias. Siente alegría enorme ante el salvamento del niño entre las ruinas que está en brazos del bombero español. Mañana lo expondrá en su cole. Me dijo ayer también que se hará médico sin frontera para ayudar.
viernes, 15 de enero de 2010
Explosión de esperanza
No lo puedo evitar. Mis pensamientos se van a Haití. Leo las crónicas periodísticas de los periódicos digitales en tiempo real, los twitter de periodistas haitianos, las polémicas en Estados Unidos sobre la ayuda a la isla caribeña. Me imagino deambulando por las calles asoladas de Puerto Príncipe entre mareas de cadáveres cubiertos algunos, para otros no hay nada, ruinas, destrucción, olor a muerte, niños que ya no sonríen, mujeres sollozando sin fuerzas ya para gritar, hombres supervivientes que caminan como zombies por las calles, sin casa, sin agua, sin alimentos, sin nada. Me gustaría estar allí y sentir el dolor que desde aquí sólo puedo imaginar. Me interrogo acerca de la dramática historia de Haití, sobre su origen con el feroz colonialismo francés que llevó a decenas de miles de esclavos del golfo de Benin a las plantaciones. Los africanos que fueron llevados allí eran de procedencias diversas y tribus muy diferentes que tenían lenguas totalmente distintas pero compartían unas creencias en el mundo invisible. Esta creencia en el mundo intangible recibió el nombre africano de vudú y sirvió como instrumento de lucha contra la esclavitud en la guerra de liberación que llevó a Haiti a ser la primera república negra independiente junto a los Estados Unidos. Haití es un mito entre los negros africanos, pero su historia es desoladora. Está marcada por la corrupción, los dictadores sanguinarios, los golpes de estado, la inestabilidad política, las ocupaciones del vecino norteamericano que ejerció una suerte de protectorado sobre la isla.
miércoles, 13 de enero de 2010
HAITÍ
No es hora de retórica ni de excesivas palabras. No quiero seguir hablando del Multiverso. Es una idea imaginativa pero mi universo está aquí. Y hoy pasa por Haití. Supongo que todos sois conscientes de lo que ha pasado allí. Los medios informativos están dando buena cuenta. No es momento de repetir el número de muertos que se estima. La tragedia también es nuestra. No hay nada que ocurra en el mundo en que no debamos implicarnos. Y no veo otra forma de ayudar que hacer donativos a algunas cuentas de organizaciones internacionales que están allí sobre el terreno. Pedir al gobierno también que envíe ayuda en el más breve tiempo posible. Que la blogosfera lata y se mueva con el corazón.
martes, 12 de enero de 2010
El multiverso
Muchas veces a lo largo de mi vida me he sumergido en pensamientos acerca de la inmensidad del universo. Cuando leí 2001, una odisea en el espacio de Arthur Clarke, las primeras líneas venían a decir que en la Vía Láctea hay cien mil millones de estrellas. Correspondería una estrella a cada ser viviente que haya existido sobre la tierra desde el comienzo de los tiempos. Sin embargo, nuestro sistema estelar es uno entre miles de millones de otras galaxias en un universo en constante expansión desde hace 13.700 millones de años a partir del Big bang, teoría que hoy es aceptada por la comunidad científica como la más plausible. Pensaba esto, pero luego me decía y me interrogaba sobre qué habría más allá del universo e imaginaba que habría otro universo en el que nuestro universo sería una isla y habría otros miles de millones de universos que a su vez estarían dentro de otro universo y así hasta el infinito. Esta ensoñación me asaltó muchas veces y volvía a mí con frecuencia.
viernes, 8 de enero de 2010
La epopeya contemporánea
Lo que se anhela son objetos, cuantos más mejor, que deslumbren y nos mantengan sedados frente a la tremenda soledad y desnudez del desierto, frente a la incertidumbre irremediable que nos acecha. Esta es la epopeya contemporánea. Y se cree que la historia se reduce al instante en que estamos viviendo que se quema inexorablemente camino de la nada.
lunes, 4 de enero de 2010
El hombre rebelde
Hoy hace exactamente cincuenta años que moría en accidente de circulación en Le Petit Villeblebin (Francia) el pensador, escritor y filósofo francés Albert Camus (1913-1960). Había obtenido el premio Nobel de literatura en 1957 a la edad de cuarenta y cuatro años lo que da medida de la riqueza y densidad de su obra literaria no demasiado extensa.
Es famosa su afirmación "Si yo tuviera que escoger entre la justicia y mi madre, escogería a mi madre". En un congreso celebrado en Argelia recientemente sobre su figura, se le incluyó dentro de la tradición argelina entre otras cosas porque es así como hubiera razonado un hombre de esa cultura.
Recomiendo vivamente la lectura de El hombre rebelde y de su última obra inconclusa titulada El primer hombre de gran densidad y belleza en la que por primera vez deja a un lado el pudor personal y nos habla de su propia vida.
Albert Camus sigue siendo un hombre de nuestro tiempo. Y su pensamiento está vivo y continúa siendo fértil en un mundo como el nuestro en que hay tantas incertezas y tentaciones oscuras.
(Los fragmentos en cursiva pertenecen a la edición de El hombre rebelde en Alianza Tres. Edición de José María Guelbenzu.)
miércoles, 30 de diciembre de 2009
Avatar
Reconozco que ayer salí conmocionado tras ver la película Avatar dirigida por James Cameron (2009). Tenía conciencia de haber asistido a un espectáculo extraordinario que me proyectaba al cine del futuro por los alucinantes efectos especiales y el derroche de imaginación visual que expone esta película. La vi en 3D lo que acentuó mi sensación de maravilla. El público aplaudió al final de la proyección, lo que no es frecuente y es más bien raro. Creo que teníamos conciencia de haber asistido al nacimiento de una nueva época del arte cinematográfico.
Yo desde luego quiero volver a verla y llevar a mis hijas conmigo.
Cine Archivo (Crítica de Frederic Soldevila)
Literatura prospectiva (Iñaki Baón)
Avatar, el paraíso azul (Una maestra feliz)
Libro abierto (Víctor Manuel Ramos).
domingo, 27 de diciembre de 2009
Meditación y aprendizaje
Una evidencia que asalta al profesor de secundaria y bachillerato es el estado de inquietud y la falta de concentración de la mayor parte de los alumnos durante las clases. Una buena parte de estas consiste en intentar atraer su atención y focalizarla sobre algún aspecto de la materia. El profesor se encuentra ante un clima de dispersión mental en que predominan las emociones disgregadoras como la irritación, el aburrimiento, el cansancio, la agresividad, el nerviosismo… Todo esto se traduce en una deficiente capacidad de atención. ¿Podemos incidir de alguna manera positivamente como profesores en este sentido? ¿Cómo calmar las emociones disruptivas de los alumnos para que puedan centrarse en el aprendizaje? ¿Cómo aumentar su autocontrol, su autoconciencia, el conocimiento de sus sentimientos y la capacidad de la compasión?
¿Se puede entrenar la mente para controlar las emociones y desarrollar la atención mediante la práctica contemplativa?
Para los que quieran ver el vídeo entero que dura unos treinta minutos, dejo aquí el enlace al blog de Eduard Punset.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
Feliz Navidad
Dedicado este post a Conchi cuyas palabras me dan calor y me llenan de confianza.