En el post anterior reflexionaba sobre la dificultad de acercar el mundo sentimental de Rosalía de Castro a mis alumnos de segundo de Bachillerato. Antonio Solano (Repaso de lengua) vino a decir en un comentario que quizás habría que considerar que un tipo de literatura, la que llenó nuestra historia personal, está llegando a su fin y que quizás surjan otros modelos de literatura. Decía textualmente:
“No sé, Joselu; con la edad empiezo a cuestionar los cánones y ya apenas confío en mis lecturas. Algunos autores que tenía idolatrados se han convertido en ceniza con el tiempo y no tengo claro que deba recomendarlos, a pesar de que en su día me parecían magníficos. Es probable que esta generación crezca al margen de la literatura, de nuestra literatura; pero también es posible que surjan nuevos modelos que escapan a nuestra comprensión y que servirán para caracterizar esta era. Con mi optimismo prefiero pensar que estamos viviendo unas vanguardias extrañas de las que resurgirá una literatura distinta. Quizá dentro de poco lean a Rosalía como nosotros leemos a Juan de Mena”.
Aprovecho este jugoso comentario para pensar sobre ello. Y parto de la evidencia de que internet ha cambiado nuestras vidas. Internet y todo lo que ello implica está generando otro modo de estar en el mundo frente a la cultura y está produciendo cambios en nuestro cerebro que afectan a nuestro modo de leer y a nuestra capacidad de concentración que ha disminuido drásticamente, incluso en profesionales de la enseñanza de la literatura, entre los que me incluyo yo. No leo del mismo modo. Me cuesta mantener la atención en un texto especialmente cuando es largo. Mi atención es discontinua, más con mi iPad y el nuevo formato del libro digital. Me doy cuenta de que nuestro cerebro se ha conformado a los saltos de internet, de un sitio a otro... Correo electrónico, Twitter, Facebook, comentarios en el blog, navegación por internet... Es difícil mantener una continuidad. Los profesores comprobamos que nuestros alumnos tienen cada vez más dificultades para leer textos que hace quince años eran perfectamente asimilables para jóvenes de su edad. Hay asimismo un mundo sentimental y filosófico que ha quedado desfasado, y muchas de las obras de referencia durante nuestra juventud se han vuelto ilegibles, no sólo por el tipo de planteamiento literario y filosófico, que no se adaptan a las preocupaciones del siglo XXI, que es esencialmente superficial, sino también por la mecánica de la lectura que lleva a no soportar un discurso durante un tiempo considerado dilatado. Percibo una tendencia evidente a la fragmentariedad, a la dispersión, a la falta de densidad y profundidad, a la condensación y síntesis (véase el éxito mundial de Twitter y de los SMS)...
En diez años el libro digital multimedia habrá sustituido al libro tradicional casi por completo que quedará sólo para los románticos y nostálgicos. El libro digital incluirá (ya lo hace el iPad) funciones de navegación por internet, correo electrónico, música, películas, fotografías e infinidad de otras posibilidades. Nuestros alumnos de dentro de diez años, quizás antes, contarán con un soporte digital en el que estarán los libros combinados con vídeos, canciones, hiperenlaces, diccionarios... y multitud de aplicaciones que hoy todavía no sospechamos. Se habla ya en algunos foros de la Twitternovela, hecha a partir de fragmentos y recreación colectiva. Si ahora la atención es fundamentalmente dispersa ante un texto tradicional y cuesta muchísimo fijar el pensamiento en la trama, ¿qué será ante el libro digital? ¿Alguien se imagina que se leerán El Quijote, La Celestina, Tormento, Fortunata y Jacinta, La Regenta, Cañas y barro, La colmena... por decir algo? ¿No estamos asistiendo delante de nuestros ojos a la desaparición de un determinado concepto de literatura, a la caducidad de los textos sagrados que vienen desde las culturas hindú y griega? ¿Cómo será la literatura, si es que existe este concepto, de los tiempos venideros? ¿Cómo se enfrentará el hombre del futuro próximo y lejano a los mitos y obras maestras, así como a la continuidad de un texto del pasado si han dejado de expresar sus problemas, sus inquietudes, su concepción del mundo y del tiempo? Máxime cuando los mismos conceptos de creación y autoría estarán puestos en cuestión, así como la hasta ahora sacrosanta integridad de un texto escrito. ¿Cómo soportará un muchacho un texto escrito si no incluye imágenes, vídeos, canciones, navegación por internet, mensajes multimedia, 3D, recreaciones virtuales... ?
En diez años el libro digital multimedia habrá sustituido al libro tradicional casi por completo que quedará sólo para los románticos y nostálgicos. El libro digital incluirá (ya lo hace el iPad) funciones de navegación por internet, correo electrónico, música, películas, fotografías e infinidad de otras posibilidades. Nuestros alumnos de dentro de diez años, quizás antes, contarán con un soporte digital en el que estarán los libros combinados con vídeos, canciones, hiperenlaces, diccionarios... y multitud de aplicaciones que hoy todavía no sospechamos. Se habla ya en algunos foros de la Twitternovela, hecha a partir de fragmentos y recreación colectiva. Si ahora la atención es fundamentalmente dispersa ante un texto tradicional y cuesta muchísimo fijar el pensamiento en la trama, ¿qué será ante el libro digital? ¿Alguien se imagina que se leerán El Quijote, La Celestina, Tormento, Fortunata y Jacinta, La Regenta, Cañas y barro, La colmena... por decir algo? ¿No estamos asistiendo delante de nuestros ojos a la desaparición de un determinado concepto de literatura, a la caducidad de los textos sagrados que vienen desde las culturas hindú y griega? ¿Cómo será la literatura, si es que existe este concepto, de los tiempos venideros? ¿Cómo se enfrentará el hombre del futuro próximo y lejano a los mitos y obras maestras, así como a la continuidad de un texto del pasado si han dejado de expresar sus problemas, sus inquietudes, su concepción del mundo y del tiempo? Máxime cuando los mismos conceptos de creación y autoría estarán puestos en cuestión, así como la hasta ahora sacrosanta integridad de un texto escrito. ¿Cómo soportará un muchacho un texto escrito si no incluye imágenes, vídeos, canciones, navegación por internet, mensajes multimedia, 3D, recreaciones virtuales... ?
¿Qué sucederá con nuestro cerebro habituado ya a las capas menos profundas y en continuo movimiento en torno a múltiples ejes que irán rotando continuamente?
¿Qué implicaciones políticas tendrá todo esto?