Soy profesor de un curso de segundo de ESO donde son mayoría los españoles no nacidos en España. La mayor parte son musulmanes, hay latinos, un muchacho chino, una chica portuguesa y una minoría de nacidos en España. Me está resultando una aventura apasionante encontrarme con estos muchachos y aplicar métodos absolutamente experimentales en la enseñanza de la lengua. Somos dos profesores: Sílvia, una psicopedagoga, y yo, profesor de lengua castellana, que trabajamos con entusiasmo y en equipo.
Una de las cuestiones que más resalta en la clase es la presencia de muchachas musulmanas ataviadas con hiyab cuyos colores van combinando con la ropa que llevan. Hay dos chicas que no lo llevan. El resto lo asume y lo lleva con absoluta normalidad. He querido conocer algo acerca de la cosmovisión del mundo de estas adolescentes musulmanas y me estoy quedando absolutamente sorprendido porque contradice opiniones vertidas por mí acerca del poder negativo del hiyab. Suelo plantearles a través de cortos temas de debate que llevan a animadas discusiones en las que participan bastantes muchachos y muchachas. La semana pasado les proyecté un vídeo -terrible y hermoso- sobre mujeres pakistaníes cuyos novios o padres habían desfigurado con ácido por negarse a obedecer o acatar que tenía que ser la esposa de alguien que era rechazado por ellas. Ejerciendo su libertad se encontraron con una tortura de una crueldad inimaginable. Luego les pasé una encuesta que se puede consultar sobre las relaciones entre mujeres y hombres. La inmensa mayorías de los alumnos respondieron que hombres y mujeres son iguales y que ninguno es superior al otro. Se ignoró por completo la opción de que las mujeres deben obedecer a sus padres, novios y hermanos. Esto me fascinó y he seguido profundizando en el tema. Hoy les he pasado un conocido vídeo en que una muchacha musulmana que lleva hiyab es coaccionada por una profesora para que se lo quite antes de entrar a clase. Las reacciones eran claras. Había un rechazo al planteamiento de la cuestión. Antes de que acabara y se resolviera la decisión, varias voces expresaban que no querían que se lo quitara. Hemos estado discutiendo después sobre ello y las muchachas musulmanas han estado hablando del tema con absoluta normalidad. Rechazaban la idea social de que lo llevan obligadas por sus padres, querían reivindicar que lo llevaban por propia convicción (ello no impide que sean adolescentes que posan para las fotos en actitudes sexys con sus hiyab y que unen el cromatismo y la coquetería en sus combinaciones).
Podéis ver la encuesta que han contestado. Les he preguntado cuál era la edad en que se comenzaba a llevarlo y una me ha contestado que cuando se sienten mujeres, es decir, cuando tienen la regla. ¡Una muchacha musulmana hablando de la regla con normalidad! He visto que eran los varones los que más sorprendidos y cortados estaban por el debate. Varios de ellos han respondido en la encuesta que es un tema sobre el que mejor no hablar. Las chicas querían hablar y veían con agrado el debate. En sus respuestas relacionan el hiyab con una creencia en la que nadie debe entrar porque es asunto personal. Por otra parte, saben de las dificultades que tendrán para acceder al mundo del trabajo llevándolo. Sabemos del rechazo que suscita socialmente y ellas eran conscientes de ello. En el instituto es tan normal ver los pasillos y escaleras llenos de pañuelos multicolores que forman parte del panorama cotidiano. Son adolescentes que van asumiendo su dosis de rebeldía. En la última semana una alumna de la ESO musulmana ha rechazado el hombre que habían elegido sus padres como marido. Tras una profunda crisis familiar los padres han aceptado la negativa de la muchacha. Una de las razones aducidas es que el potencial marido –mayor que ella y recién venido de Marruecos- es muy de allí (no la dejaba hablar ni expresarse entre otras cosas). Y eso ya no cuadra para las muchachas musulmanas que llevan años por aquí. La sociedad occidental va calando en ellas. No es un mundo monolítico al menos el mundo de las mujeres. Los chicos por razones obvias son más tradicionales, pero en clase han de acostumbrarse a que las chicas no acepten su dominio de ninguna manera y los confictos son frecuentes por la negativa de las chicas a asumir un papel pasivo o sumiso.
El mundo islámico tiene en las mujeres un poderoso factor de renovación. Estas muchachas no aceptan pasiva ni sumisamente todo aquello que provenga de la tradición. Piensan por sí mismas –eso es innegable- pero tendrán problemas para encontrar hombres de su mismo nivel de mentalidad. Los hombres son mucho más conservadores y apegados a las tradiciones que los señalan como los amos y los que mandan.
Soy consciente: el mundo islámico está en ebullición. Sólo hay que ver el norte de África y la realidad de nuestras aulas. Creo que ya no valen los fáciles estereotipos.