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jueves, 5 de junio de 2014

¿Hacia una tercera república?



La segunda república según Miguel de Unamuno

“Fue un disparate mandar quitar los crucifijos de las escuelas pues con ello les dieron un sentido que no tenían, y otro disparate cambiar la bandera pues le dieron a la bicolor un sentido que no tenía. El crucifijo es símbolo de una religión inconsciente popular = laica, pagana, y no ortodoxa y la bandera era nacional y no monárquica”.

El resentimiento tragico de la vida. Notas sobre la revolución y guerra civil españolas.

Salen multitudes a las plazas enarbolando la bandera tricolor, alzando el puño tal vez, evocando la bandera de la segunda república y las actitudes de la izquierda revolucionaria en aquel tiempo. Volvemos a las andadas intentando rehacer de nuevo la historia que acabó trágicamente y aún no nos hemos repuesto. Se dice que la república es de sentido común, que nadie debe estar en la jefatura del estado por ser engendrado, que es lo contrario de la democracia, que debe existir un referéndum para decidir la forma de estado, que la monarquía ha auspiciado la corrupción... Temo los estados eufóricos, temo las utopías, temo a los que exhiben ideales puros e incontaminados. La guerra civil fue terrible. Me avergüenzo de los dos bandos. Ambos tuvieron abyección en sus filas, ambos trabajaron conscientemente e inconscientemente para provocar un baño de sangre. Me pregunto si volviera a suceder la historia sabiendo lo que ahora sabemos cómo cambiaría la actitud de los que participaron en aquella barbarie y ordalía de sangre. Eran dos Españas enfrentadas. Los Hunos y los Hotros como decía Unamuno. Se esperaba de la República que transformara el país dándole la vuelta como un calcetín. La República sería el amanecer de una nueva era de España. Hubo demasiadas esperanzas. No podía cambiarse todo de golpe en una España apenas industrializada. Estaba pendiente la revolución agraria, dar la tierra a los campesinos y a los jornaleros. Estaba la cuestión de quitar el poder a la iglesia, los crucifijos de las escuelas, hacer laicos los cementerios. Todo sería distinto con la bandera tricolor. El choque de trenes era inevitable. Los anarquistas se pusieron al margen del sistema puesto que la república burguesa era tan odiosa como la monarquía. Hitler llegaba al poder en Alemania y por otro lado se mitificaba la revolución soviética. Pobreza generalizada, crisis internacional. Los obreros y sus sindicatos proclamaban huelgas sin fin contra la burguesía. Inestabilidad. Gobiernos que se suceden rápidamente.  La república creó miles de escuelas  en una España casi analfabeta. Los partidos estaban divididos y enfrentados. No había un poder fuerte. No había senado que amortiguara la polaridad de la política. No había listas mayoritarias, todo era dispersión y llamaradas de indignación que subía y subía. Las derechas vieron el odio que había hacia el hecho religioso, se quemaban conventos. La religión se convirtió en un símbolo en una España que era en buena parte católica. Los terratenientes se organizaron contra las ocupaciones de tierras, el ejército de Marruecos urdía en la sombra planes contra la república. Los socialistas se radicalizaron queriendo imitar a Lenin. Ganan las derechas en 1934 las elecciones ante la división entre los republicanos y socialistas, así como por la abstención suicida de los anarquistas. Surge Falange Española a imitación de los movimientos fascistas italianos y alemán. Asume la bandera española bicolor, desprecia la tricolor. Hace de ella un símbolo. Se declara el Estat Català, detención de los líderes independentistas. Huelga revolucionaria en Asturias, violencia, centenares de muertos. Intervención del ejército al mando de Franco. Represión. Stalin decide el Frente Popular entre la izquierda que vence por poco en febrero del 36. El odio crece, mareas de odio larvado entre Hunos y Hotros. España se despeña al abismo. Asesinatos políticos, tensión, amenazas de muerte en las Cortes, intuición de que algo va a pasar, crecen los movimientos revolucionarios de izquierda y derecha. La república es incapaz de gobernar por su propia inestabilidad política, por su sectarismo, por sus enfrentamientos internos. Lorca escribe que se anuncia un baño de sangre. Se espera que todo estalle por los aires, todos parecen saber que va a ocurrir, estamos en una pendiente inexorable. La Europa de los fascismos y la Tercera Internacional van a tomar a España como banco de pruebas del choque total. Los españoles ven cómo sube la tensión, el parlamento es ineficaz y los gobiernos inestables se suceden, los conventos arden, muchos odian la república. Ya Ortega y Gasset había dicho a los dos años de república No era esto, no. La euforia del catorce de abril que ahora queremos volver a sentir se ha convertido en una cacería, en un baño atroz de odio entre Hunos y Hotros. Y todos condujeron el país al desenlace por más que un Franco conspirara contra el gobierno desde Canarias y Juan March financiara el golpe de estado. Fue un fracaso colectivo y si yo hubiera estado allí, habría huido al extranjero como hicieron muchos. La inteligencia española no brilló demasiado alta. Se dejaron llevar por las pasiones, por los símbolos. Se enfrentaron como dos toros con sus cuernos embistiéndose. José María Hinojosa, poeta del 27 fue fusilado en el estallido de la guerra civil en una saca organizada por los republicanos. Sin embargo fue mucho más impactante el asesinato de García Lorca en agosto del 36. Antonio Machado se mantiene fiel a la república pero no puede ignorar lo que está pasando en la zona republicana, todos asesinan y torturan, el odio ha estallado desatado. Esta es la historia de España y el resultado fueron más de doscientos mil exiliados, unos setecientos mil  muertos y decenas de miles de represaliados y fusilados tras la victoria de los franquistas, todo seguido por cuarenta años de dictadura.

Hubo tantas cosas que se hicieron mal, tantas que angustia pensar que se quiera volver de alguna manera a lo que significó aquella aventura malhadada. No podemos eliminar a la mitad de España que no nos gusta. Pensemos esto ante esta encrucijada política en que parecemos estar. Las tragedias empiezan siempre con euforia y éxtasis colectivo, y este país no parece ser el más sabio en cuanto a sistemas políticos con que dotarse. El siglo XIX y el XX hasta la Transición han sido una sucesión de fracasos en una lista interminable. Tal vez el periodo más interesante han sido estos treinta y nueve años en que España se ha convertido en una monarquía federal con sus problemas y su necesidad de regeneración evidente. Pero es bueno recordar la historia de la segunda república para no repetir los mismos errores o parecidos.



lunes, 2 de junio de 2014

La abdicación



Me he enterado un poco tarde, sobre las once y cuarto, a la hora del patio en el instituto. Un grupo de profesores hacían cuchufletas sobre la situación. Me he unido a ellos y he comprobado en internet la noticia que me ha sorprendido pues no me la esperaba. Luego en las redes sociales he confirmado que era omnipresente el tratamiento paródico de la abdicación. La mayoría de los internautas parecían estar hablando del hotel de los líos, o de la 13 rue del Percebe al referirse tanto al abdicante como al sucesor y monarca de este país que no parece tomarse en serio a la monarquía.

Todas las fuerzas políticas han reforzado sus posiciones con la idea de que se abre un tiempo nuevo en el sistema constitucional español y parecían alentar la posibilidad de una reforma de la Constitución. Los nacionalistas catalanes han amenazado con que su desafío sigue en pie y que no variarán ni una coma. Izquierda Unida y Podemos han reclamado un referéndum sobre la forma de estado, es decir, que los españoles puedan pronunciarse sobre si quieren monarquía o república. Hoy, de hecho, va a haber concentraciones para demandar una consulta sobre la cuestión. Esto, no obstante, es la posición de minorías porque el grueso de la población española no parece cuestionar dicha forma de estado masivamente, pero a la vez, toma a chacota el asunto de la familia real y la monarquía.

Una vez un comentarista del blog, Serenus Zeitbloom, me comentaba que prefería cien veces una monarquía que una república, que prefería una infanta Leonor destinada a ser reina, que un sistema republicano. No me he encontrado muchos más que piensen así, y la mayoría de los opinantes con los que tengo relación parecen ser republicanos. ¿Esto es así? ¿Es una demanda extendida entre los españoles la república? ¿Podría una república ofrecer estabilidad política a este país que tiende al desgarro y al costurón? ¿Estamos los españoles hartos y reclamamos de nuevo el ámbito de las utopías que nos acecha de vez en cuando en la historia? No es casual que España fuera el país en que más fuerte era el movimiento anarquista durante el primer tercio del siglo pasado. La monarquía es un síntoma conservador, un sistema que teme y huye del caos al que propendemos los españoles en cuanto nos dejan, ya que de vez en cuando nos llega el amok, algo así como la locura malaya por la que, de ciclo en ciclo, los malayos salen a la calle con sus cuchillos curvos a rebanar la cabeza al primer chino que aparezca por la esquina. ¿Estamos en este momento? No digo que vayamos a matar chinos, pero sí banqueros, partidos tradicionales, la monarquía, los sindicatos como formando parte de un conglomerado que ya no nos sirve y que está caduco. El humor negro con que ha sido recibida la abdicación del rey Juan Carlos en su hijo Felipe no augura una fácil transición. El rey pareció ganarse la corona con la noche del 23F, algo que recientemente ha sido puesto en cuestión por el libro de Pilar Urbano Lo que Suárez olvidó y lo que el rey prefiere no recordar. La corona se cimentó en un mito del que participaron con su silencio los partidos con responsabilidad institucional. ¿Qué será necesario para que el sucesor de Juan Carlos, ese Felipe VI que tan raro se nos va a hacer y cuyo nombre evoca al Felipe V que tanto detestan los nacionalistas catalanes, constructores a la vez de mitos sin fin y que ahora están decididos a lanzarse contra el sistema constitucional con la máquina y los vagones a toda velocidad, llegue a encarnar algo sólido para los españoles, algo que no suene a tebeo revenido, a crónica perdularia de sociedad?

¿O nos lanzaremos decididamente por la reivindicación republicana? ¿Estamos ya en ese paso? ¿Tras las befas y mofas con que hemos recibido la abdicación del rey caza elefantes, perseguidor de faldas corinescas, polla loca, corto de luces, vividor borbónico,  viejo caduco, habrá por fin una sociedad abiertamente republicana que apueste por un nuevo sistema político? ¿Los jóvenes que no han votado en estas elecciones tendrán paradigmas políticos y se imbricarán en la toma de decisiones? ¿Será Podemos un polo de atracción para los electores adolescentes y jóvenes? ¿Estamos en uno de esos puntos de inflexión de nuestra historia en que reivindicamos nuestra faceta utópica y anarquista y llevaremos nuestra ansia de sueños hasta el patio de butacas donde los banqueros y grandes empresarios, políticos del PPSOE y demás partidos institucionales, magistrados de tribunales varios y damas de Acción Católica asisten atónitos al desarrollo de la función? ¿Es todo esto un bluf? ¿Nuestro humor negro sobre la monarquía esconde algo más que un estado pasivo de opinión? ¿Estamos a punto o no de lanzarnos a la yugular de algo que nos oprime? ¿De qué va esta representación?


¿Cuál es el punto en que estamos?  

sábado, 31 de mayo de 2014

Pablo Iglesias y "la casta"



Reconozco que yo no había oído hablar de Podemos más que tangencialmente a través de una amiga de Facebook. No había seguido la presencia de su líder Pablo Iglesias en Tele 5 en diversas tertulias. Me había llamado la atención eso sí la presencia de Carlos Jiménez Villarejo en su candidatura. Respeto profundamente al exfiscal anticorrupción cuya palabra me resulta siempre interesante y demoledora sobre los males del sistema partitocrático español y la corrupción consecuente. Así que las primeras noticias que tuve de Podemos fueron a partir de su éxito en las elecciones y en la catarata de reacciones que ha originado la consecución de cinco diputados con una campaña de cuatro meses y sin fuentes de financiación más que el crownfunding.

He descubierto a un líder carismático, de verbo ágil y contundente, que aspira nada más y nada menos que a ser equipo de gobierno en año y medio. Me he quedado boquiabierto por la carga de profundidad contra el sistema que ha sido esta alternativa. En tromba se han lanzado PP y PSOE a descalificarlo. He leído de todo: desde mostrar su semejanza con Hitler aprovechándose de la desesperanza de las gentes, a bolivarianos, chavistas, castristas, frikis, comunistas casposos, ultraizquierda, antisistema, republicanos, utópicos los más suaves... y todavía la lista se va ampliando según pasan los días. Los más agudos comentaristas de la prensa reflexionan sobre la realidad de Podemos. Me está resultando un tema divertido y casi uno lamenta no haber votado a esta secta como algún lector de El País la califica. Parece que Pablo Iglesias utiliza el término de casta para referirse a los depositarios del sistema político español enfangados en centenares de casos de corrupción en connivencia con el poder financiero.

No sé cuál será el recorrido de Podemos pero puede haber dado en la diana señalando la perversión del sistema político español y proponiendo una nueva forma de hacer política. La gente está hastiada, abrumada y aplastada por una realidad que no suscita ninguna ilusión y sí bascas ante ese panorama pútrido en que se ha convertido la política y los profesionales de la misma que se perpetúan en el tiempo y, cuando acaban su dedicación a la res pública, terminan fondeando en alguna energética que les agradece los favores prestados durante su mandato. Los ciudadanos sufren el cinismo del sistema y el peso de la crisis con todos sus recortes al estado de bienestar.

Podemos ha venido a remover los fundamentos de la política establecida. Lo vemos por los ataques rabiosos que reciben. Pablo Iglesias ha tocado nervio y creo que nos hemos dado cuenta todos, y esto es peligroso porque ahora sabemos qué tecla tocar, adónde disparar aunque solo sea para dar salida a toda nuestra rabia y desconsuelo.

Paralelamente la reacción okupa y ciudadana frente al cierre y demolición de Can Vies ha puesto frente a las cuerdas a otro sector prepotente que no midió las consecuencias de su decisión. Así, ante la reacción violenta de los okupas, rememorando frente al mundo, la tradición barcelonesa de ser la Rosa de fuego de los primeros años veinte del siglo pasado, el establishment nacionalista del municipio barcelonés se ha sencillamente acongojado y acojonado. El tema se ha desbordado y llegado donde no hubieran pensado. Hasta adláteres del sistema han querido ver la influencia de los servicios secretos españoles en la respuesta violenta que pone a la pacífica, demócrata y burguesa Barcelona en el punto de mira de la prensa internacional en un momento en que se está en medio de un proceso que se cree bien controlado.

Mi impresión es que en el momento en que estamos pueden surgir profundas grietas en el sistema que creen tener bien sujeto y afianzado ante una ciudadanía pasiva y consentidora que recibe el impacto de la crisis mientras los banqueros y los políticos que llevaron a esta sima económica salen de pie, con los bolsillos bien repletos y ocupando importantes sillones en las empresas subsidiarias. Puede que la gente esté a punto de estallar o puede que solo sea una impresión. Y ya se sabe que en cualquier momento de la historia lo más peligroso que puede haber para el sistema son los símbolos. La historia se hace a base de símbolos y si las masas, los ciudadanos, encuentran quienes den forma a su rabia y rebeldía pueden ponerse a temblar los que llevan tanto tiempo viviendo del cuento. La ecuación PPSOE ha calado profundamente en la psique popular y no creo que Susana Díaz o Eduardo Madina logren sacar al Partido Socialista de este marasmo inmovilista que ejemplifica bien ese dinosaurio y momia de  la política que es Felipe González –al que tanto quisimos-. Y el PP sabe bien que la mayoría social de este país es de izquierda y solo hace falta que aparezca en el horizonte algo creíble, algo medular, algo que dé una estocada en la yugular a esos profesionales que ven la carrera a la jubilación como un ejercicio cómodo de estar sentados en sus escaños y apretando botones como les indica su jefe.


Puede ser que la casta esté en peligro y ya se están dando cuenta.

miércoles, 28 de mayo de 2014

A la luz de un candil



Leíamos en voz alta un cuento oriental en clase. Iban saliendo palabras y algunos muchachos preguntaban qué significaban. Una de ellas era candil. No sabían su sentido. En el texto aparecía como un candil de aceite. Cuando supieron lo que era, uno de ellos dijo que en su pueblo había candiles pero de petróleo. Se refiría a Rachidía, una zona de Marruecos de donde son muchos alumnos bereberes. Varios se interesaron por el tema y me contaron que en el Marruecos rural muchas veces se va la luz y tienen que alumbrarse con candiles. Les pregunté si les gustaba alumbrarse con esa luz durante el anochecer antes de irse a dormir. Para mi sorpresa apareció en varios de ellos una sonrisa y me respondieron que les encantaba esa luz en la noche en medio de conversaciones en que se mezclan viejos, adultos y niños. Cuando se va a Marruecos, me explicaron, hay que saber que se va a otro mundo, un mundo en que los niños están sueltos y corren por el campo y las calles, un mundo en que se juega a las chapas o a las canicas o a otros juegos, y en ellos participan muchos niños como ellos. Vi en el tono de voz que esa forma de vivir les gustaba. Les pregunté si querrían vivir allí. Hubo división de opiniones entre los que elegirían gustosos vivir en Marruecos y los que prefieren vivir en esta sociedad occidental. Es la contraposición de un mundo pobre pero con raíces y un mundo desarrollado, aunque en crisis, pero sin raíces, esas raíces que Lorca en su poema La aurora encontraba ausentes en la civilización americana llena de números y leyes.

Todo tiene su doble lectura porque en esas raíces se incluye que las muchachas se casan a los dieciséis años con el primo elegido por sus padres como he visto que sucede casi sistemáticamente aun en alumnas buenas que un día desaparecen del instituto y poco después te enteras de que ya están casadas. Todo sucede como si de un secreto se tratara. Las alumnas que has apreciado durante varios años un día se esfuman y no vuelves a saber de ellas. Tras una relación importante, esas muchachas se van del instituto y ni siquiera se despiden de ti. No vuelves muchas veces a saber de ellas.

Me imaginé ese mundo ancestral, iluminado por un candil cerca del desierto, imaginé sus juegos, sus tradiciones, sus festividades, la mezquita que vertebra sus vidas, intuí la nostalgia que sienten algunos de ellos por ese tipo de vida rural, alejado de la tecnología que domina las nuestras. Por un momento sentí la magia de la luz del candil y la reunión de todas las generaciones en la noche. Me llevó a mi niñez donde los niños eran más independientes y estaban menos superprotegidos. Recordé las reuniones de los vecinos del barrio sentados en sillas de anea en la calle al atardecer. Me atraía oír sus conversaciones de mayores.

Pienso que la vida moderna, ahíta de tecnología, ha perdido mucho de la magia que yo viví cuando era niño. No sé si era así o lo recuerdo yo como una especie de sueño. El mundo era inmenso y en él tenía lugar el misterio en una realidad sencilla en la que existía un lugar para la maravilla y el asombro. Un mundo sin televisión, sin internet, solamente con la radio que adquiría un valor difícil de imaginar hoy. Unas calles y unas plazas en que jugábamos a veces con extrema crueldad. No necesariamente era un mundo fácil, pero sí que era denso y lleno de sombras y de luces. No siento nostalgia de aquella realidad, pero por unos momentos me gustaría alumbrarme a la luz de un candil y prescindir de todos los inventos y avances técnicos. Una temporada sin luz, sin agua corriente y habiéndola de sacar del pozo, sin televisión, sin internet, tiene que ser una gozada. Por eso me ha interesado tanto la conversación con mis alumnos marroquíes y latinos que provienen de sociedades en que todo eso es posible y lo más sorprendente es que lo rememoran con fascinación.

Tal vez fuera una experiencia que no soportaríamos mucho tiempo, pero si por un azar fuera posible, creo nos daríamos cuenta de que nuestro mundo tiene unas claves en las que hemos de vivir, no queda otra. Estamos aquí y hemos de vivir aquí. Pero cuando leo literatura de hace ya un tiempo, he de ser consciente de que  fue producida en realidades que no tienen nada que ver con las que vivimos ahora, y que el tiempo y las cosas tenían otra dimensión que se ha perdido. Pensamos por un error de perspectiva que nuestro tiempo, el que vivimos, es el eje de interpretación de todo lo anterior olvidando que cada tiempo es autónomo y que el nuestro es tan relativo como cualquier otro y que dentro de unas décadas lo que vivimos ahora será tan inimaginable como lo que yo viví cuando era niño.


Fueron unos instantes en clase que me dejaron maravillado, pero pronto hube de volver al relato que estábamos leyendo. Me dije que de alguna forma tendría que retener esa sensación que experimenté con mis alumnos, y es este relato en forma de post, lo único que sé hacer. Ya me gustaría tener alguna vez un mundo propio como el que descubrió Kafka cuando en un rapto de inspiración escribió La condena en ocho horas y le salió como diría Juan Poz, de molde, como si hubiera estado allí años y años esperando para emerger. Pues eso, aquí esta.

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